Nadie sabe con certeza cuántos fiordos tiene Noruega. Algunos dicen que la cifra supera los 1.700, pero podrían ser más. El primer problema está en definir qué es un fiordo. Para los hispanohablantes, parece sencillo. Según la RAE, un fiordo es un «golfo estrecho y profundo, entre montañas de laderas abruptas, formado por los glaciares durante el período cuaternario». Pero en Escandinavia, donde se originó el término, la definición es mucho más amplia y ambigua. Allí, un fiordo es una superficie de agua, más o menos rodeada por tierra que, al menos cuando fue bautizada, podía cruzarse navegando. Por ejemplo el Nærøyfjord, que se correspondería perfectamente con la definición que tenemos en nuestra lengua. Pero también está el fiordo de Oslo. Aunque su forma pueda recordarnos vagamente la de un fiordo «clásico», debe su origen a una fosa tectónica existente durante el Pérmico. Aún más complicado es el Vestfjorden, entre las Lofoten y Salten. Con 155 kilómetros de longitud y 80 de ancho en su desembocadura, en España diríamos que es un golfo. O el Tyrifjorden, al oeste de Oslo, que en realidad es un lago de agua dulce. Encontraremos topónimos terminados en «fjord» (o en «fjorden») repartidos por toda la intrincada geografía noruega, que no siempre se corresponden con nuestra imagen de un fiordo.

Balsfjorden

Junto a la boca del Balsfjorden, en febrero de 2018.

Sobre el mapa, el Balsfjorden podía parecer un fiordo en el sentido español del término. Con 57 kilómetros de longitud y un ancho que oscila entre los 2.000 y los 7.000 metros, se adentra profundamente entre las montañas del Ártico noruego, al sur de Tromsø. Había podido entrever su extremo septentrional durante un par de travesías a bordo de Hurtigruten. Incluso había recorrido sus últimos kilómetros por la E8, durante un improvisado viaje en autobús entre Skjervøy y Tromsø. Sabía por tanto que, al menos en su tramo septentrional, su orografía parecía estar en un término medio entre la del fiordo de Oslo y la del espectacular Nærøy. En cualquier caso, podía ser una buena opción para explorar el interior de Troms, visitando una zona, alejada de la costa, que no conocíamos. Se convirtió en el plan B para nuestro último día completo en Tromsø. Plan al que nos abocó el fracaso cuando intentamos subir, por segunda vez en el viaje, al ferry que lleva desde Brensholmen a la isla de Senja.

Junto al Sørbotnelva

Junto al Sørbotnelva.

Tras atravesar el Tromsøbrua, entre la capital del Ártico noruego y el continente, enfilamos hacia el sur por la carretera E8. Al principio por un entorno bastante urbanizado, que lentamente se iba tornando más rústico. En cualquier caso, no nos detuvimos, pues conocía el tramo hasta el cruce con la 91, que lleva al ferry de Breivikeidet. El plan era llegar hasta un lugar llamado Sørbotn, donde comenzaba la carretera 7902. Ésta parecía mucho más atractiva que la E8 y su relativamente intenso tráfico. Pudimos comprobarlo apenas unos metros más allá del desvío, cuando hicimos una pausa junto al puente sobre el Sørbotnelva. Un río que parece tener fama entre los aficionados a la pesca de salmones y truchas.

En la orilla del Ramfjorden

En la orilla del Ramfjorden.

La E8 seguía recta hacia el sur, adentrándose en el valle del Sørbotnelva, mientras la carretera local giraba 180 grados, recorriendo la costa del Ramfjorden, un pequeño brazo lateral del Balsfjorden. La 7902 era una carretera estrecha, pero tenía un trazado razonable y apenas había tráfico. Recorría un paisaje rústico, entre pequeñas granjas y todavía más pequeños embarcaderos. Al contrario que los días anteriores, la mañana era espléndida. Avanzábamos a poca velocidad, con las ventanillas bajadas, disfrutando del aire templado y los sonidos del campo.

Gaviotas al acecho

Gaviotas al acecho.

Nos detuvimos por primera vez incluso antes de regresar al Balsfjorden, junto al embarcadero de una de las granjas. Aunque los árboles nos impedían ver el tráfico, desde el otro lado del fiordo nos llegaba el apagado eco de la E8. Pese a lo cual, la sensación de paz dominaba el entorno. Una familia de patos avanzaba tranquilamente sobre las calmadas aguas, mientras unas gaviotas revoloteaban de piedra en piedra. La escena parecía asombrosamente bucólica. Hasta que descubrimos que, en realidad, las gaviotas estaban esperando algún despiste de los patos para abalanzarse sobre una cría indefensa.

Regresando al Balsfjorden

Regresando al Balsfjorden.

Poco después, la carretera llegó al Balsfjorden, donde giraba hacia el sur. El paisaje se había abierto y hacia el norte podíamos ver, en la distancia, unas montañas con restos de nieve. Nos detuvimos para intentar identificarlas. Resultaron ser las cimas de Kvaløya, la isla que habíamos recorrido durante nuestro primer día en la zona.

Granjas junto al Balsfjorden

Granjas junto al Balsfjorden.

Seguimos avanzando hacia el sur, recorriendo una campiña de un verde rabioso, salpicada por innumerables granjas. Seguía sin haber apenas tráfico, hasta tal punto que vimos más tractores que coches. Aparentemente, había comenzado la cosecha y de vez en cuando podíamos ver grandes balas de paja, envueltas en plástico blanco. Aunque la mayor parte de las granjas tenía un aspecto impecable, también vimos alguna con claros signos de abandono. Al igual que en el resto de Europa, el despoblamiento rural es un problema en Noruega, acrecentado en sus provincias árticas por las duras condiciones invernales. Las pequeñas poblaciones y las granjas del Ártico noruego llevan décadas perdiendo habitantes. Tan solo las ciudades consiguen mantenerse y, entre éstas, la única que logra un crecimiento sostenido es Tromsø. Parte del problema procede del origen del crecimiento demográfico, que en buena parte está alimentado por la inmigración. Ésta prefiere los núcleos urbanos de cierto tamaño, donde las oportunidades laborales son mayores.

En la orilla del Balsfjorden

En la orilla del Balsfjorden.

Según nos adentrábamos en el fiordo, el paisaje se iba tornando más agreste, mientras la nieve se volvía más abundante en las desnudas cumbres. Pero el día era cada vez más espléndido, con sol, ausencia de viento y una temperatura sumamente agradable. Era difícil hacerse a la idea de que nos encontrábamos a casi 70º de latitud norte. Más cerca del polo que toda Islandia, la mayor parte de Alaska o secciones sustanciales de Siberia y Groenlandia. Sin embargo, el norte de Noruega es una de las regiones que más se beneficia de la corriente del Golfo. De no ser por su existencia, probablemente estaríamos ante una región prácticamente despoblada y la agricultura sería completamente impracticable.

Monte Slettind

Monte Slettind.

Al otro lado del fiordo, el paisaje estaba dominado por un macizo montañoso, entre cuyas cumbres destacaban el Slettind, con 1.115 metros de altitud, y el Fugltinden, con 1.033. Aunque no eran cumbres especialmente agrestes, sus laderas se elevaban directamente desde el fiordo, magnificando sus dimensiones. Junto al agua, abundaban las granjas, mezcladas con bosques. Más allá de una franja completamente dominada por los árboles, éstos daban paso a las praderas. Sobre éstas, la roca desnuda, parcialmente cubierta de nieve. La vista parecía una ilustración de uno de los libros de texto de mi infancia, mostrando los cambios que la altitud genera en la cubierta vegetal.

Carretera 7902 junto al Balsfjorden

Carretera 7902 junto al Balsfjorden.

La carretera seguía avanzando ceñida al fiordo. Pese a que su firme no era impecable, el escaso tráfico había desparecido completamente. Conducir en esas condiciones era una auténtica delicia. Es una de las pocas veces que realmente he disfrutado al volante de un coche en Noruega. Un país cuyas carreteras no suelen tener el mejor de los trazados y en el que el tráfico, relativamente abundante, suele unirse a las difíciles condiciones atmosféricas para hacer de la conducción una experiencia complicada.

Hacia el sur del Balsfjorden

Hacia el sur del Balsfjorden.

Lentamente, llegábamos al final de la carretera 7902. Hicimos una última pausa tras cruzar el Lavangselva, apenas medio kilómetro antes de reincorporarnos a la E8. Hacia el sur, el paisaje se tornaba más agreste por momentos, dominado por las moles del Dalsfjellet y el Store Russetinden, ambas con más de 1.400 metros de altitud. No teníamos un plan concreto para lo que quedaba de día, pero la visión de la barrera de montañas fue como un imán. Sobre la marcha, decidimos seguir nuestro periplo hacia el sur.

El Balsfjorden desde Nordkjosbotn Rasteplass

El Balsfjorden desde Nordkjosbotn Rasteplass.

No estoy seguro de que fuera una buena idea. La E8, que lleva desde Tromsø hasta Turku, en el sur de Finlandia, tenía un trazado espléndido, carriles anchos, arcenes. Todo lo que uno puede esperar de una carretera principal, incluido su intenso tráfico. Aquí, no era posible parar en la cuneta, o en el camino que llevaba a una bucólica granja. Tan solo pudimos hacer una pausa en un área de descanso denominada Nordkjosbotn Rasteplass. El lugar ofrecía unas vistas agradables, que en cualquier caso no eran rivales para las que habíamos disfrutado anteriormente. Peor aun era la ausencia de tranquilidad, con coches entrando y saliendo continuamente, y el bronco sonido de la cercana carretera como «música» de fondo. En ese momento, descubrimos que en realidad podíamos haber seguido recorriendo el fiordo por otra carretera local. En este caso, la 7900. Pero ya era demasiado tarde para rectificar.

Carretera E8

Tramo septentrional de la E8.

Continuamos hacia el sur, hasta la diminuta Nordkjosbotn, ubicada en el fondo del fiordo. Allí hicimos una pausa, que aprovechamos para tomar un refresco y decidir cómo seguiríamos. La E8 se unía a la E6, procedente del oeste, y ambas seguían juntas hacia el este, adentrándose en un valle rumbo al Lyngenfjorden. El profundo fiordo, con 82 kilómetros de longitud, que forma el foso oriental de los espléndidos Alpes de Lyngen. Aunque sabíamos que era demasiado tarde para llegar hasta la zona realmente interesante del fiordo, frente a la agreste cordillera, no pudimos resistir la tentación de conocer su extremo meridional. Dejamos atrás el Balsfjorden, para adentrarnos entre las montañas del interior de Troms.

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Para ampliar la información.

No he podido encontrar información relevante en español.

En inglés, los aficionados a la montaña pueden encontrar información sobre las montañas junto a Nordkjosbotn en http://www.lyngen.name/tamok/dalsfjellet.html y en http://betweenskiingandclimbing.blogspot.com/2019/11/a-traverse-of-lyngen-part-2-of-3.html.

En las inmediaciones de Nordkjosbotn hay un pequeño museo. Su web está en noruego (https://mtmu.no/museum/balsfjord-vatmarkssenter/), pero en https://www.gbif.org/publisher/9e8e7946-cd17-4c58-81c1-dc8bef359360 se puede encontrar algo de información in inglés.

También en noruego, en http://balsfjordhistorielag.blogspot.com/ hay un blog sobre la región que rodea al fiordo.