Esculpido por las olas en la lava de Staðarberg, cerca del extremo suroeste de la península de Reykjanes, Brimketill es sin duda un rincón interesante. Sin embargo, en una isla llena de lugares irrepetibles, una piscina natural junto al mar, similar a muchas otras que se reparten por las costas de medio mundo, pasa casi completamente desapercibida. Apenas se la menciona en las guías turísticas y la información en internet es bastante escasa. Lo cual, con la creciente presión turística que sufre Islandia, no deja de ser una buena noticia. No quedan tantos sitios tranquilos en las inmediaciones de Reikiavik.

Llegando a Brimketill

Llegando a Brimketill.

Descubrí la existencia de Brimketill por puro azar. Conducía hacia el oeste por la carretera 425, camino de Reykjanestá. Desde el coche, por encima de los campos de lava solidificada, podía ver la espuma blanca que levantaban las olas al golpear contra la costa, de la que me separaban unos doscientos metros. De pronto, vi una pista de grava que salía a mi izquierda, con un cartel indicativo. Al fondo, había un par de coches aparcados. Sin pensarlo ni un segundo, ni tan siquiera leer el contenido del cartel, tomé el desvío. Un minuto más tarde, llegaba a una pequeña explanada. Desde el mismo aparcamiento podía ver el mar embravecido rompiendo contra la costa. Junto al camino de tierra que se dirigía hacia la orilla encontré otro cartel, con una foto y una breve explicación. Al leerlo, descubrí que me encaminaba a un lugar denominado Brimketill.

Rocas al oeste de Brimketill

Vista al oeste de Brimketill.

La foto que lucía el cartel, aparentemente tomada en un plácido día de verano, mostraba un tranquilo mar azul, bajo un cielo prácticamente despejado. Las claras aguas de la piscina permitían ver su fondo, lleno de piedras redondeadas por la erosión. Una escena bonita, pero poco interesante. Y que guardaba escasa relación con lo que encontré según me acercaba a la costa. El mar, embravecido, apenas permitía adivinar la piscina natural, que solo era visible durante los raros intervalos en los que amainaba el oleaje. El resto de la costa, tan negra como salvaje, parecía hervir bajo los continuos embates de las olas. Por si a la escena le faltase dramatismo, hacia el oeste un par de penachos de vapor flotaban lentamente mar adentro, arrastrados por el viento del norte. Procedían de la zona geotérmica de Gunnuhver, donde se encuentra la mayor fumarola de Islandia. Un recordatorio de que me encontraba sobre una de las zonas geológicamente más activas del planeta.

Brimketill en un momento de calma

Brimketill en un momento de calma.

Brimketill, que se podría traducir como El Caldero de las Olas, mide aproximadamente 13 x 7 metros, con 2 de profundidad máxima. También es conocido como Oddnýjarlaug, La Piscina de Oddný. Según una leyenda local, una troll con dicho nombre usaba Brimketill para asearse y lavar sus ropajes. Como todo buen troll islandés que se precie, un día se despistó con la hora del amanecer y acabó convertida en piedra. Con razón no queda ninguno. En este caso, Oddný tampoco ha sobrevivido petrificada, pues la aguja de lava que antiguamente había frente a la piscina hace tiempo que desapareció, destruida por el incesante oleaje.

Brimketill bajo las olas

Brimketill bajo las olas.

Actualmente, cualquiera puede bañarse en su piscina, aunque no sea muy recomendable. Llegar hasta sus frías aguas es complicado, pues obliga a andar sobre rocas volcánicas afiladas y resbaladizas. Una vez en Brimketill, incluso en un día sin oleaje, hay que ser extremadamente cauto. El mar frente a Staðarberg se extiende, sin ningún obstáculo de por medio, hasta la misma costa de la Antártida. Los más de 15.000 kilómetros que lo separan de la Tierra de la Reina Maud son una de las mayores distancias de mar abierto del mundo. Las grandes olas no son extrañas en la costa de Staðarberg, incluso en días aparentemente tranquilos.

Costa al este de Brimketill

Costa al este de Brimketill.

En 2017 se instaló la plataforma metálica que lleva hasta el mismo borde del pequeño acantilado. Cuando llegué al extremo de la pasarela, la sensación era asombrosa. A las impresionantes vistas sobre el mar y la costa, se unía el oleaje, rompiendo incesantemente bajo la estructura metálica. Pasé un buen rato disfrutando de las olas que, tras estrellarse contra las rocas, ascendían verticalmente, prácticamente rozando la base de la plataforma. Curiosamente, con el viento del norte empujando mar adentro, la mezcla de agua y espuma volvía al mar sin dejar una sola gota sobre la plataforma. La fuerza de las olas era tal, que en ocasiones podía observar trozos de algas, o incluso pequeños fragmentos de roca, elevarse frente a mi, para caer de nuevo unos segundos después.

Gran ola rompiendo en Brimketill

Olas rompiendo en Brimketill.

No se si fue aumentando el oleaje o disminuyendo el viento. En cualquier caso, cuando ya llevaba casi media hora en la plataforma, comencé a observar como, en ocasiones, el agua salpicaba la barandilla. Preocupado por la cámara de fotos, me acerqué a dejarla en el coche. Una decisión muy oportuna. Según regresaba, una gran ola rompió junto a la plataforma, empapando a todos los que se encontraban sobre ella. Lejos de desanimarme, me puse el chubasquero y, armado únicamente con mi teléfono, supuestamente resistente al agua, regresé a la pasarela. A partir de aquel momento, estuve más pendiente de las olas de gran tamaño, a pesar de lo cual acabé llevándome algún pequeño remojón sin importancia.

Olas junto a Brimketill

Olas junto a Brimketill.

El espectáculo era tan absorbente que podía haberme quedado allí todo el día. Pero tenía que seguir el recorrido por Reykjanes. Haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, reemprendí mi ruta hacia Reykjanestá. Por enésima vez, la impresionante naturaleza de Islandia había trastocado mis planes, empujándome a pasar una hora en un lugar del cual, poco antes, no conocía ni su existencia. Sin embargo, acabó siendo la hora mejor empleada del día, contemplando la fuerza y la salvaje belleza de la naturaleza de la isla. Afortunadamente, el Brimketill que tuve la suerte de disfrutar guardaba poca relación con la imagen, apacible pero sosa, del cartel junto al camino.

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Para ampliar la información:

En https://depuertoenpuerto.com/islandia-en-invierno/ se puede ver el itinerario de mi primer viaje invernal por Islandia.

En inglés, aunque sea un poco antigua (aparentemente anterior a la pasarela), hay una entrada sobre Brimketill en Guide to Iceland: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/6147/brimketill-on-the-reykjanes-peninsula.

En Iceland Monitor se puede encontrar un artículo, escrito precisamente con motivo de la construcción de la nueva plataforma: https://icelandmonitor.mbl.is/news/nature_and_travel/2017/05/12/a_visit_to_the_troll_s_pool_is_getting_easier/.

Por último, la breve entrada sobre Brimketill en la web oficial de turismo de Reykjanes está en https://www.visitreykjanes.is/en/travel/places/nature/brimketill.