Decimotercera jornada en Islandia, cada vez más cerca de Reikiavik y del final del viaje. El plan para el día era ir desde Sælingsdalur hasta Reykholt, dando un amplio rodeo por la península de Snæfellsnes. A priori, una jornada intensa y larga, pues la península está llena de lugares interesantes. Quería repetir, esta vez acompañado por Olga, la visita que había realizado en solitario por la zona durante un espléndido día de febrero del 2019. Y, de paso, conocer algunos lugares que en aquella corta jornada de invierno no había tenido tiempo de recorrer.

Ljárskógar

Ljárskógar.

La mañana era todavía más lluviosa y gris que la tarde anterior. Todo indicaba que habíamos agotado nuestra buena suerte con el clima de Islandia. Hicimos una breve parada en Ljárskógar, junto a un pequeño monumento dedicado al poeta y cantante Jón Jónsson, nacido en esta granja en 1914. Como muchas granjas de Dalir, el nombre de Ljárskógar, que se traduciría como los bosques del río Ljá, hace referencia a la abundancia de árboles que encontraron los primeros pobladores de la zona. Árboles de los que no queda el menor rastro. Fue la única vez que pudimos detenernos en un buen rato. Recorrimos toda la orilla meridional del Hvamsfjörður en medio de un intenso chaparrón.

Berserkjahraun

Berserkjahraun.

La falta de paradas hizo que a las diez y media hubiéramos llegado a nuestro primer destino del día, el impresionante campo de lava de Berserkjahraun. Tan hermoso como poco conocido, lo atraviesa la carretera 558. En realidad, una pista de tierra que es responsable del nombre del lugar. Según la Saga Eyrbyggja, un granjero de la zona trajo dos berserkers desde Suecia. Posteriormente, éstos pasaron a estar al servicio de Víga-Styr, hermano del primer granjero. Uno de los suecos se enamoró de la hija de Víga-Styr y éste le propuso un trato: si construía un camino entre su granja y la de su hermano, al otro lado del campo de lava, le daría la mano de su hija. Los dos suecos se pusieron a ello y, contra todo pronóstico, abrieron el camino en muy poco tiempo. En lugar de cumplir su palabra, Víga-Styr hizo asesinar a los suecos, que fueron enterrados junto al camino, en un lugar llamado Berserkjadys.

Mañana de lluvia en Berserkjahraun

Mañana de lluvia en Berserkjahraun.

Berserkjahraun nació en una serie de erupciones hace aproximadamente 4.000 años. La lava bajó desde la ladera del Bjarnarhafnarfjall hasta alcanzar el mar en el cercano Hraunsfjörður. Las erupciones también crearon una serie de cuatro cráteres de escoria, que forman un hermoso telón de fondo para la irreal mezcla de lava y musgo. Cráteres que permanecían ocultos tras una densa capa de nubes, de la que seguía lloviendo incesantemente. Además, había comenzado a levantarse viento. Parecía que el otoño había llegado a Islandia anticipadamente.

Carretera 558

Carretera 558.

La pista, completamente embarrada, se adentraba entre un paisaje asombrosamente fracturado. Pese al mal tiempo, decidimos recorrerla. Algo podríamos ver desde el coche. Incluso intentamos hacer una breve parada, en una hondonada que parecía estar resguardada del viento. Vano intento. En apenas un par de minutos que estuvimos fuera del vehículo, conseguimos terminar completamente empapados.

Cráter del Kothraunskúla

Cono del Kothraunskúla.

En menos de media hora llegábamos a una amplia pista que se perdía hacia el norte, camino de la carretera 54. A nuestra derecha, el cono volcánico del Kothraunskúla, ahora perfectamente visible, dominaba el paisaje. Aunque nuestra ruta proseguía hacia el oeste, decidimos hacer un breve desvío, seguido de una pausa en el borde del camino.

Arco iris sobre el Hraunsfjörður

Arco iris sobre el Hraunsfjörður.

Estábamos allí detenidos, dudando sobre qué ruta seguir para reincorporarnos a la carretera 54, que recorre buena parte del perímetro de Snæfellsnes, cuando el día comenzó a cambiar. Cesó la lluvia y, sin previo aviso, apareció un hermoso arco iris sobre el Hraunsfjörður. Fue suficiente para decidirnos a tomar esa ruta, intentando infructuosamente alcanzar el mítico Bifröst.

Kolgrafafjörður

Kolgrafafjörður.

Poco después, cruzábamos el puente sobre el estrecho que separa el Hraunsfjörður del Hraunsfjarðarvatn, en el extremo occidental de la antigua colada de lava. Unos metros más y llegábamos a terreno conocido, incorporándonos a la carretera 54 entre los puentes que salvan el Hraunsfjörður y el Kolgrafafjörður. Mientras recorríamos la orilla occidental de este último, a los pies del monte Klakkur, se hizo evidente que la aparente mejoría tan solo había sido un espejismo.

Kirkjufell desde Kirkjufellfoss

Kirkjufell desde Kirkjufellfoss.

La situación empeoró cuando saltamos al Grundarfjörður. Desde la orilla del fiordo, apenas podíamos distinguir la inconfundible silueta del Kirkjufell. en la orilla opuesta. El día se estropeaba por momentos. A pesar de lo cual, decidimos probar suerte en el aparcamiento de la montaña más fotografiada de Islandia. Una vez allí, incluso llegamos a acercarnos a Kirkjufellfoss, intentando hacer una de las fotografías mas manidas de la isla. Fue completamente inútil. Apenas podíamos intuir la silueta de Kirkjufell entre las nubes bajas. Además, el viento iba a más. Las ráfagas, frías y cargadas de lluvia, hacían muy desagradable permanecer en la intemperie. Nuestra parada en Kirkjufell no duró ni cinco minutos.

Al oeste de Kirkjufell

Al oeste de Kirkjufell.

Recordaba, de mi recorrido invernal por la península, que unos cinco kilómetros al oeste había un mirador con una hermosa vista del Kirkjufell y de la costa meridional de los Fiordos del Oeste. Aun sabiendo que la costa de los fiordos sería difícilmente visible en esas condiciones, decidimos acercarnos y, una vez allí, pensar qué hacer. Como ya esperábamos, hacia el norte apenas podíamos ver las aguas del amplio Breiðafjörður fundiéndose con las nubes. Al menos, era posible distinguir la silueta del Kirkjufell al este.

Aprovechamos para consultar la previsión meteorológica, que no era nada halagüeña. Además, hacia el oeste las nubes eran, si cabe, más oscuras y amenazantes. En esas condiciones, no tenía sentido mantener la ruta prevista, recorriendo el extremo occidental de la península por la carretera 574. Decidimos seguir por la 54, saltando hacia el sur por el paso de Fróðárheiði. Una ruta que no conocía. Y que, en cierto modo, sigo sin conocer. Atravesamos las montañas de Snæfellsnes en medio de una espesa niebla, que hacía imposible ver mucho más allá del borde de la carretera.

Búðakirkja

Búðakirkja.

Nuestro nuevo destino era Búðakirkja, otro de los lugares más fotografiados de Islandia. Era una de mis tareas pendientes en Snæfellsnes, pues no había tenido tiempo de visitar la pequeña iglesia de madera en mi anterior periplo invernal. Según parece, hubo una primera iglesia en el lugar entre 1703 y 1816. Aquella iglesia fue abandonada por falta de feligreses y el edificio, de turba, acabó desapareciendo. A mediados del siglo XIX, Steinunn Sveinsdóttir logró permiso para levantar una nueva iglesia. El edificio estuvo finalizado en 1848 y fue consagrado en 1851. En 1987 se realizó una profunda rehabilitación, que tuvo como resultado el impecable estado actual de la iglesia.

Pero seguía lloviendo a cántaros. Tanto, que ni me atreví a sacar la cámara. A duras penas logré hacer una fotografía con el móvil que no estuviera llena de gotas de lluvia. Era evidente que el tiempo al sur de Snæfellsnes era aun más desapacible que en el norte. No pude evitar acordarme de mi anterior recorrido por la zona, en un hermoso y sereno día de febrero, completamente distinto del que estábamos sufriendo. En cualquier caso, no tenía sentido seguir en Snæfellsnes. Decidimos salir de inmediato hacia Reykholt donde al menos, según la web del servicio meteorológico de Islandia, no hacía viento.

Al oeste del Langjökull

Al oeste del Langjökull.

La previsión resultó ser acertada. Según avanzábamos hacia el este, el día fue mejorando. Primero desapareció el viento, luego la lluvia. Cuando llegamos a Reykholt, hacía un día aceptable. Tanto, que sobre la marcha, después de registrarnos en el hotel, decidimos hacer una excursión por los alrededores. Dudábamos entre Hraunfossar y Víðgelmir. Al final, nos decidimos por esta última. De camino, pudimos contemplar en la distancia el paisaje que teníamos pensado recorrer al día siguiente, al oeste del Langjökull.

La cueva de lava de Víðgelmir.

El tubo lávico de Víðgelmir es, con 1.585 metros de longitud, uno de los mayores de Islandia. La construcción de una pasarela de madera, que recorre aproximadamente un tercio de su interior, hace posible visitarlo cómodamente. Un recorrido muy interesante, que nos permitirá explorar las entrañas del gran campo de lava de Hallmundarhraun, creado durante una erupción a principios del siglo X.

A nuestro regreso, después de cenar, aun sacamos fuerzas para dar un paseo por Reykholt. La diminuta aldea ocupa un lugar relevante en la historia de Islandia. Aquí vivió Snorri Sturluson, una de las principales figuras de la literatura medieval escandinava. Además de escritor y poeta, fue jurista y tuvo una activa vida política, en una época en la que los reyes de Noruega ambicionaban controlar la isla. Snorri fue el desencadenante del periodo conocido como Sturlungaöld, cuya consecuencia sería el fin del Þjóðveldisöld. Su ambiguo papel en los acontecimientos acabó costándole la vida. Murió en 1245 a manos de Árni beiskur. Diecisiete años después, Islandia se convertiría en una dependencia noruega. Tardaría casi siete siglos en recuperar la independencia.

Reykholt

Reykholt.

A pesar de su papel, cuando menos discutible, en los últimos años del Þjóðveldisöld, Snorri es venerado por los actuales islandeses. Su legado es fundamental para entender la Edad Media de la isla, la historia de los reyes de Noruega o la mitología nórdica. También dejó una de las mejores descripciones de las relaciones de poder en el norte de Europa entre los siglos IX y XII. Su herencia genética tampoco se queda atrás. Que se sepa, tuvo relaciones con cinco mujeres, de las que nacieron siete hijos. Probablemente no haya muchos islandeses por los que no corra la sangre de Snorri. En 1995 se fundó Snorrastofa, un centro dedicado a estudiar su legado y la historia medieval de Islandia. Además, Snorrastofa aloja un pequeño museo. Fue una lástima no disponer de tiempo para visitarlo.

Para ampliar la información:

En https://depuertoenpuerto.com/kirkjufell/ se puede ver mi anterior visita a Kirkjufell, en un día completamente distinto.

El blog Los viajes de Wircky tiene una entrada sobre Búðakirkja: https://wircky.com/iglesia-negra-budakirkja-de-islandia/.

En inglés, Guide to Iceland tiene un buen artículo sobre Berserkjahraun: https://guidetoiceland.is/travel-iceland/drive/berserkjahraun.

También interesante la entrada en ZigZagonearth: https://www.zigzagonearth.com/berserkjahraun-iceland/.

La página oficial de Búðakirkja está en https://www.budakirkja.is.

Guide to Iceland también tiene una entrada interesante sobre Reykholt: https://guidetoiceland.is/travel-iceland/drive/reykholt.

Se puede visitar la web oficial de Snorrastofa en https://www.snorrastofa.is/en.