Recientemente, llegó un comentario de Teilhard a la primera entrada del blog, expresando su escepticismo sobre el posible interés de los viajes de cruceros. Entiendo sus dudas. Yo las compartía.

Si algo he aprendido en mas de medio siglo de vida es que todo es subjetivo. La misma experiencia, a una persona le puede parecer sublime y a otra un auténtico horror. Se puede hacer un divertido experimento visitando la página de cualquier monumento de primer orden en TripAdvisor y seleccionando los comentarios de una estrella. Recomiendo un vistazo a alguno del Museo del Prado o la Sagrada Familia, por poner un par de ejemplos cercanos. Con esto quiero dejar claro que lo que aquí expreso son mis opiniones, que pueden coincidir, o no, con otras tan respetables al menos como las mías.

Son caros
Por supuesto que hay cruceros caros. Igual que hay hoteles caros, vuelos caros y restaurantes caros. Si te empeñas, puedes gastarte una auténtica fortuna viajando, independientemente de la forma que elijas para hacerlo.

Pero, con un poco de trabajo en la web, puedes conseguir ir en un barco por un precio bastante razonable. Basta tener una cierta flexibilidad a la hora de elegir naviera, itinerario y fechas. Reservando con mucha antelación, o en el último momento, se encuentran precios muy competitivos, sobre todo en temporada baja. Por ejemplo, en el crucero que hicimos por el Mediterráneo Occidental, salimos a poco mas de 160 € por noche, en un camarote con balcón para dos personas. Teniendo en cuenta que el precio incluía el alojamiento, comidas, bebidas, transporte y todos los extras que te ofrece un crucero, es difícil hacer un viaje con un nivel similar de comodidad a mejor precio.

Creo que el principal problema con el precio de los cruceros es precisamente su transparencia. Aunque es cierto que hay gastos adicionales, la mayor parte del viaje se paga de golpe, antes de comenzar, con lo que eres plenamente consciente del coste. En otro tipo de viajes el goteo de gastos es continuo, pero precisamente por ser gradual, asusta menos. El susto suele llegar fin de mes, en forma de extracto de la tarjeta de crédito.

No tienes tiempo de conocer los destinos.
Depende del destino y de la duración de la escala. Desde luego, es imposible conocer Nápoles en un día. Sin embargo, el mismo tiempo es razonablemente suficiente para recorrer Cagliari. Aunque no te de tiempo a verlo absolutamente todo, habrás visitado alguno de sus monumentos mas importantes, recorrido sus calles, entrado en algún café y visto su ambiente. En la mayor parte de los casos, en una escala normal de un día te dará tiempo de sobra para conocer de forma razonable un destino. Aunque siempre está la pregunta: ¿qué es conocer razonablemente una ciudad? ¿Cuánto tiempo hace falta para conocer Nueva York? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Un año? ¿Toda una vida? Al final, como siempre, es una cuestión de dónde poner el punto de equilibrio.

Tan absurdo puede ser intentar conocer Europa en una semana como pasarte toda la vida sin salir de tu ciudad porque, en efecto, no la conoces al cien por cien. ¿Algún residente de una gran ciudad conoce todos sus museos y monumentos? ¿Y sus parques? ¿Los ha visto a distintas horas del día, en diferentes épocas del año? ¿Ha visitado todos sus restaurantes? ¿Y paseado por todas sus calles? Si alguna respuesta es negativa (y probablemente lo sean todas), ¿podemos decir que no conoce su ciudad?

Personalmente, obligado a escoger entre uno de los dos extremos, conocer muchos destinos aunque sea por encima o solo uno pero en profundidad, sin dudarlo me quedaría con el primero.

No te permiten sumergirte en el entorno.
Si en algo puedo estar de acuerdo con Teilhard es en su apreciación sobre la relativa dificultad de sumergirse en el entorno cuando se viaja en barco. Evidentemente, las posibilidades de conocer a fondo una ciudad son mucho mayores si se está en ella varios días, alojado en un mismo destino. Pero no es tan sencillo, sobre todo en las ciudades grandes o con gran afluencia turística. Al final, acabas alojándote en un hotel mas o menos céntrico, muchas veces de una cadena internacional y, por tanto, prácticamente igual que el de otra ciudad en el otro extremo del mundo, visitando los principales puntos de interés turístico, en los que los «nativos» suelen estar en aplastante minoría. No es tan diferente de la experiencia que puedas tener en un crucero. La única diferencia real estará en la posibilidad de pasar mas días en una misma ciudad. Lo cual no es poco pero, volviendo al ejemplo de Nueva York, ¿alguien piensa que realmente lo conoce en profundidad por haber pasado unas cuantas noches durmiendo en un hotel de Manhattan? En mi experiencia, prácticamente la única forma de sumergirte de verdad en una ciudad es teniendo amigos que vivan en ella. Solo así podrás tener una mínima idea de lo que piensan sus habitantes, cómo viven y cómo interactúan con su lugar de residencia.
No puedes visitar una ciudad de noche.
En la misma linea, se puede argumentar que los barcos suelen llegar a puerto por la mañana y salir por la tarde, con lo que se hace imposible conocer el ambiente nocturno de las ciudades. Generalmente es cierto.

Pero cada vez es mas común que, en alguna de las escalas mas interesantes, los barcos pasen al menos una noche en puerto. En otras ocasiones, se están haciendo salidas de madrugada, que permiten quedarse a cenar en la ciudad, ver su ambiente nocturno, o simplemente contemplar una bonita puesta de sol.

Otra forma de mitigar este defecto, que personalmente procuro utilizar, es dormir alguna noche en las ciudades de salida y destino del crucero. Suelen ser puertos interesantes, que bien merecen una estancia mas prolongada.

Los barcos son una trampa flotante.
Mi principal temor antes de hacer el primer crucero, y creo que el de muchas personas, era el de «caer en una trampa». Me imaginaba a mi mismo, encerrado en un barco en medio del mar, rodeado de extraños en diversos estados de intoxicación etílica, intentándome obligar a bailar La Macarena (o cualquier horror similar que esté ahora de moda). Y todo esto sin posibilidad de escapar en varios días. Antes de mi primer crucero, alrededor de las Islas Británicas, estudié con detenimiento las posibles vías de escape, en forma de aeropuertos cercanos a las distintas escalas. Por si acaso. Pero nada mas lejos de la realidad. Si quieres bailar La Macarena, beber en exceso, o jugar al bingo, no te van a faltar oportunidades. Sobre todo si vas en un barco grande. Pero nadie te va a obligar. Y, normalmente, ninguna de estas actividades van a interferir con tu viaje. Mas bien al contrario. Cuantos mas pasajeros estén en el casino, menos habrá en las cubiertas. Siempre recuerdo un precioso atardecer frente a Córcega en el Norwegian Epic, el crucero mas grande y horroroso en el que he navegado. El barco iba lleno, pero estábamos solos, con toda una enorme cubierta para poder disfrutar de un momento realmente hermoso. Al final, un crucero es como el resto del mundo. Si no te gusta el fútbol, una tarde con un partido destacado es el día perfecto para salir a cenar sin necesidad de hacer reservas.
Los camarotes son pequeños.
También es cierto que los camarotes son mas pequeños que una habitación de hotel con un precio comparable. Hay camarotes grandes pero, salvo golpes de suerte, generalmente están fuera del alcance del común de los mortales. Por razones obvias, por grande que sea un barco, siempre tendrá limitaciones de espacio en comparación con un espacio en tierra firme. Pero, si el camarote tiene terraza privada, su simple presencia y las posibilidades que ofrece de disfrutar del aire libre, con un paisaje siempre cambiante, compensan con creces las estrecheces del camarote. Además, las zonas comunes del barco, en mi experiencia generalmente amplias y bien mantenidas, siempre son un magnífico desahogo. No todos los barcos ofrecen salones en las cubiertas superiores que den a proa. Pero, cuando los tienen, son una auténtica delicia. Disfrutar de un día de navegación por los fiordos noruegos en el Top Sail Lounge del MSC Splendida, o entre las islas del Egeo en el Crow’s Nest del MS Eurodam, son experiencias que no te puede ofrecer ningún hotel que conozca.
No tienes flexibilidad de horarios.
También se puede argumentar que los cruceros te organizan en exceso la vida, con horarios rígidos a los que tienes que adaptarte. Estoy de acuerdo en que esto es cierto con los horarios de llegada y salida del barco. Sobre todo en este último caso, ya que el barco, salvo contadas excepciones, no te va a esperar.

Pero lo mismo te ocurre con cualquier otro medio de transporte, salvo que vayas con tu coche. Si viajas en ferrocarril a una ciudad, al final dependerás de los horarios de los trenes. Es cierto que, si vas a tu aire, puedes organizar estancias mas prolongadas y, dentro de los horarios disponibles, tener mas libertad a la hora de elegir el momento del desplazamiento. Pero al final estarás condicionado por una hora límite para llegar a la estación. O al aeropuerto. Al igual que el barco, ni el tren ni el avión te van a esperar.

Respecto a los horarios de comidas, la rigidez que vas a encontrar en el barco no va a ser mayor que la de tierra firme. ¿Alguien piensa que es fácil encontrar un restaurante abierto, en una ciudad del centro o el norte de Europa, a las tres de la tarde? Casi siempre es mas sencillo comer a deshora en un crucero, con alguna opción de restauración abierta a horas realmente intempestivas, que en tierra firme.

Comes demasiado.
Otra objeción que he escuchado, cuando menos curiosa, es que los cruceros ofrecen comida abundante y de calidad. ¿Dónde está el problema? ¿Sería preferible que te ofreciesen rancho, escaso y de mala calidad? Es cierto que, generalmente, sueles acabar comiendo mas que durante tu vida rutinaria. La simple presencia de numerosos restaurantes, bonitos, bien atendidos y con comida de calidad, hace difícil no caer en la tentación.

Pero también es relativamente sencillo no coger peso en un crucero, o hacerlo en una medida razonable. Nunca he engordado mas de un kilo en un crucero de un par de semanas. La receta: comer bien, pero sin pasarte, y hacer ejercicio. No es necesario comer cinco platos, por mucho que te los vayan a poner si los pides. Tampoco ir al buffet, después de cenar en un restaurante, a tomar una «segunda cena». Respecto al ejercicio, no he ido jamás al gimnasio del barco. Con hacer visitas activas durante las escalas, andar bastante por el barco y utilizar los ascensores lo menos posible, me ha bastado para mantener el peso dentro de un margen razonable.

Las excursiones son muy caras
En efecto, las excursiones que te ofrecen las navieras suelen tener precios por encima de los del mercado. Te ofrecen comodidad y, sobre todo, la seguridad de no dejarte en tierra, a cambio de un sobreprecio. Pero la solución es muy sencilla: no cojas las excursiones del barco. A ser posible, no cojas ninguna excursión organizada. Si hay algo que te aísla del entorno y te mantiene en la «burbuja turística» son precisamente este tipo de excursiones. Vayas en un crucero o en cualquier otro tipo de viaje. Vagar a tu aire por una ciudad, a veces sin rumbo determinado, es una de las mejores formas de conocerla. Quizá te pierdas algún monumento importante, pero experimentarás la ciudad de una forma mucho mas intensa. Es cierto que esto no es siempre posible. Nosotros solemos hacer como mucho una excursión con la naviera por crucero, siempre en algún puerto en el que, por un motivo u otro, sea especialmente complicado organizarte de forma independiente. En la misma linea, tendemos a utilizar sus servicios de «transfer», sean gratuitos o de pago, simplemente por la misma combinación de comodidad y seguridad.
Los barcos parecen parques temáticos
Algunos si. En este sentido, de todos en los que he viajado, el Norwegian Epic se lleva la palma. Y eso que ya es un barco con cierta edad. En los mega-barcos, esta tendencia se ha acentuado en los últimos años. Pero no todos los barcos son así. Al igual que en los hoteles, hay barcos de todos los tamaños, tipos y colores, dirigidos a distintos tipos de público. En mi experiencia, a mas pequeño el barco, mas centrado en la experiencia viajera. Por no hablar de los barcos que se dedican a viajes de expedición, en los que, además de itinerarios por lugares mas o menos remotos, suelen ser habituales las charlas relacionadas con los lugares a visitar. Al final lo importante es documentarte y elegir sabiendo en qué tipo de barco e itinerario estás embarcando. Si te horrorizan los niños y escoges un crucero de Disney por el Mediterráneo en Agosto, claramente te has equivocado. Pero no mas que si hubieses ido a Disneyland Paris.
Vas a tener que comer con extraños
Otra de las cosas que personalmente me aterrorizaba de los viajes en barco era la posibilidad de tener que acabar compartiendo mesa con desconocidos. La imagen que todos tenemos de los cruceros es la de grandes comedores, llenos de mesas redondas para seis o mas comensales. Por tanto, si vas solo o en pareja, te va a tocar compartir mesa. En mi experiencia esta es, cada vez mas, una imagen del pasado. Únicamente la vivimos en nuestro primer crucero, en el MSC Magnifica. En todos los cruceros posteriores, la organización de los restaurantes ha sido distinta. No hemos tenido ni turno ni mesa asignada. Si vas con tu pareja y quieres disfrutar de una mesa para dos personas, normalmente no vas a tener ningún problema. Como mucho, si no has reservado, tendrás que esperar a que se quede una libre. Igual que en un restaurante en tierra firme. Además, las grandes mesas compartidas no están mal. A pesar de no ser una persona especialmente sociable, mi experiencia ha sido siempre positiva. En nuestro primer crucero, hicimos amistad con una de las parejas con las que compartíamos mesa noche tras noche. Posteriormente, las veces en que hemos estado en una mesa grande, hemos tenido conversaciones, siempre divertidas e interesantes, con gente de las cuatro esquinas del mundo. Tanto es así que ahora, cuando llegamos a la recepción del restaurante y nos preguntan si preferimos mesa individual o compartida, siempre decimos que nos da igual. Y dejamos que el destino elija por nosotros.
Al final, me han salido once. Podría extender la lista hasta el absurdo: los barcos son incubadoras de enfermedades contagiosas, te vas a marear, te vas a caer por la borda, . . .

Puesta de sol en SIngapur

Puesta de sol en SIngapur.

Mi consejo: si no quieres hacer un crucero, solo necesitas un motivo: no te apetece. Es tu tiempo libre y puedes disponer de el como quieras. Eso si, te perderás esa sensación mágica de ver pasar el mundo por delante de tu camarote, despertándote cada día en un puerto, con un paisaje distinto y un nuevo destino por descubrir.