La ciudad de Oslo se asienta al fondo de un largo fiordo. La distancia en linea recta desde el faro de Torbjørnskjer, un islote en el extremo septentrional del estrecho de Skagerrak, y los muelles de Aker Brygge, en el centro de Oslo, es ligeramente superior a los cien kilómetros. Pero el Oslofjorden es un fiordo en el sentido escandinavo del término: una sección de agua navegable, generalmente salada, aunque también puede ser dulce, rodeada en su mayor parte por tierra. Nada que ver con la acepción más limitada que tenemos en el resto del mundo, donde asociamos la palabra a los valles glaciares inundados por el mar de, entre otras, la costa occidental noruega. Por ejemplo, la RAE define fiordo como «golfo estrecho y profundo, entre montañas de laderas abruptas, formado por los glaciares durante el período cuaternario». En este sentido, salvando las distancias, el fiordo de Oslo es más parecido a lo que podría ser una ría gallega. Aunque su origen geológico sea diferente, pues el relieve de la región de Oslo es el resultado de una fosa tectónica que atravesaba la zona durante el Pérmico.

Amanece en el Oslofjorden

Amanece en el Oslofjorden.

Desperté poco antes de la siete de la mañana, mientras el Crown Seaways navegaba al oeste de la isla de Rauer, cerca del extremo meridional del Oslofjorden. Faltaba media hora para que comenzara la «hora azul», pero un tenue resplandor iluminaba el horizonte hacia oriente, permitiendo apreciar la silueta de la costa. Cuando, tras desayunar, regresé a cubierta, el débil resplandor había sido sustituido por una brillante franja de luz anaranjada. Sobre ésta, me sorprendió ver un cielo azul, prácticamente despejado. Habiendo zarpado la tarde anterior de Copenhague bajo una plomiza capa de nubes, era lo último que esperaba encontrar a mi llegada a Noruega.

En el Crown Seaways

En el Crown Seaways.

Seguimos navegando con rumbo norte por la sección más amplia del fiordo, donde la distancia que separa la orilla occidental de la oriental suele oscilar entre los cinco y los diez kilómetros. Ambas orillas estaban formadas por una interminable sucesión de colinas, en las que los bosques de coníferas se alternaban con tierras de labor y pequeños núcleos urbanos. A nuestra popa, un diminuto cuadrado negro rompía la nítida linea del horizonte. Era el MS Color Magic, un buque de la naviera Color Line que pasa el año realizando el itinerario entre Kiel y Oslo. Su silueta, cada vez más cercana, nos acompañó durante toda la singladura por el fiordo.

Ferry atravesando el Oslofjorden

Ferry atravesando el Oslofjorden.

Sobre las 7:30, estábamos al oeste de la isla de Jeløya, la más grande de todo el fiordo, visible en el costado de estribor. Aunque, en realidad, Jeløya es una península, convertida artificialmente en isla cuando, en 1855, se excavó el canal de Moss. A babor, podía distinguir la pequeña ciudad de Horten y un signo inequívoco de que habíamos llegado a Noruega: uno de sus inconfundibles ferris cruzaba de una a otra orilla del fiordo.

Al este de Hurumlandet

Al este de Hurumlandet.

Al norte de Horten, el fiordo de divide en tres brazos. Hacia el oeste, Holmestrandsfjorden y Drammensfjorden se separan del Oslofjorden, que comienza a estrecharse mientras prosigue su avance hacia el norte. Frente a nuestra proa, destacaba la península de Hurumlandet, entre los fiordos de Drammen y Oslo, cubierta por los bosques de Tofteskogen y Holtnesdalen. El paisaje se volvía más boscoso y agreste.

Oscarsborg

Oscarsborg.

Al filo de las 8:30, tras navegar sobre el túnel de la E134, el único que permite atravesar el fiordo por carretera, llegamos a su punto más angosto, donde las islas de Bergholmen, Håøya y Søndre Kaholmen dividen el Oslofjorden en cuatro brazos. El estrecho, que separa las partes exterior e interior del fiordo, recibe el nombre de Drøbaksundet. Su importancia en la defensa de Oslo se remonta al menos a la construcción, en 1644, de una primera fortaleza en la isla de Søndre Kaholmen. Oscarsborg estuvo activa hasta 1993, cuando se desmontó su última batería de torpedos. Pero su momento de gloria tuvo lugar en la madrugada del 9 de abril de 1940, durante las primeras horas de la invasión alemana de Noruega. Contra toda esperanza, con un armamento de finales del siglo XIX, su guarnición fue capaz de frenar la escuadra alemana destinada a tomar Oslo, hundiendo el Blücher, un flamante crucero pesado que no llevaba ni un año en servicio activo, y dañando seriamente el Lützow, que tuvo que regresar a puerto. Las tropas nazis capturarían Oslo al día siguiente, mediante una operación combinada entre tropas de infantería y aerotransportadas, pero las horas que ganaron los noruegos fueron cruciales, permitiendo la evacuación del rey, el gobierno y la mayor parte de los miembros del Storting.

Al este de Håøya

Al este de Håøya.

El brazo navegable del fiordo, al este de la isla de Håøya, está plagado de islotes y bajíos, que obligaban al Crown Seaways a cambiar constantemente de rumbo, en una danza que, por unos instantes, me recordó la de los buques de Hurtigruten negociando los entresijos de la costa noruega, entre Bergen y Kirkenes. En ese momento, quizá por asociación, se hizo más evidente otra rareza de la jornada: no había nieve en los campos. Ni tan siquiera entre los árboles de los bosques más espesos. Al principio, no me había preocupado, achacándolo a encontrarme al sur de Noruega, muy próximo a mar abierto. Pero ahora estaba a 20 kilómetros de Oslo y seguía sin haber el más mínimo rastro. El cada vez más inmaculado cielo azul, la falta de nieve y una temperatura relativamente benigna se conjugaban para que aquello no guardara ninguna semejanza con un día de invierno escandinavo.

Tåkeklokke de Søndre Langåra

Tåkeklokke de Søndre Langåra.

Nuestro continuo zigzagueo nos llevó a dejar a babor la isla de Søndre Langåra. En su extremo septentrional se ubica una tåkeklokke, o campana de niebla. Instalada en 1896, es una de las cinco que quedan en todo el país, todas ellas declaradas bien de importancia histórica. Según parece, es posible alojarse en los antiguos aposentos del farero, aunque la poca información que he sido capaz de encontrar está en noruego, en la web de Oslofjordens Friluftsråd.

En la cubierta de popa

En la cubierta de popa.

Más allá de Søndre Langåra, el fiordo, ya en su tramo final, se ensancha de nuevo hasta superar los cinco kilómetros entre ambas orillas. La mañana avanzaba y con ella la cantidad de pasajeros en cubierta. La temperatura era baja, pero el sol y la ausencia de viento hacían que, sobre todo en popa, fuera muy agradable permanecer en el exterior. Sobre las nueve, asomado al costado de estribor, pude distinguir por primera vez Oslo, todavía un difuso amasijo de edificios más allá de Nesoddtangen.

Frente al faro de Heggholmen

Frente al faro de Heggholmen.

Unos minutos más tarde, entraba en zona conocida, al comenzar la navegación junto a las islas que ocupan el extremo septentrional del fiordo. Las había recorrido a mediados de febrero del año anterior, a bordo de uno de los barcos del servicio regular de transportes de Oslo. Pero era complicado reconocerlas. Además de encontrarme en una posición mucho más elevada, en una de las cubiertas superiores de un enorme ferry, el paisaje que tenía delante no podía ser más distinto. La niebla de aquel día, que en parte me había impedido disfrutar del paisaje, había sido sustituida por un día espléndido. Tampoco había el menor rastro del espeso manto blanco que, un año atrás, cubría completamente las islas. A estribor, más allá de Lindøya y del pequeño faro de Heggholmen, podía ver la mole del instituto de Kongshavn, edificado en 1917 en lo alto de una colina. Por lo demás, los bloques de viviendas y las instalaciones industriales me hicieron añorar la neblina de aquel día que, además de ocultar su antiestética presencia, había envuelto el paisaje con un extraño halo de misterio.

Faro de Dyna

Faro de Dyna.

Decidí ir al costado de babor, que me permitiría disfrutar de las vistas sobre Bygdøy. La actual península ha sufrido el proceso inverso a Jeløya, pues antiguamente era una isla, que ha acabado unida al continente. En este caso por motivos naturales, al producirse el fenómeno conocido como rebote posglaciar, que hizo emerger su istmo de las aguas del fiordo. Frente a Bygdøy se encuentra el pintoresco faro de Dyna, construido sobre un peñasco del que literalmente ocupa toda la superficie disponible. Fue puesto en servicio en 1875 y automatizado en 1956. Aunque por sus dimensiones y ubicación pueda parecer increíble, en la actualidad es un restaurante.

Bygdøy y el Museo del Fram

Bygdøy y el Museo del Fram.

Pero si por algo es famosa Bygdøy es por sus museos. La antigua isla aloja nada menos que seis, de los cuales ya conocía un par: el Museo del Fram y el impresionante Museo de Barcos Vikingos. Además, mi principal objetivo para la jornada que tenía por delante era conocer otro más, en concreto el Museo del Pueblo Noruego. De nuevo, al igual que a estribor, era complicado reconocer la vista. Tenía frente a mí el Museo del Fram, pero su aspecto exterior era todavía más desvencijado que aquel que recordaba de mi anterior visita. Al menos, en aquella ocasión, la nieve disimulaba la herrumbre de sus tejados. Hasta el cercano monumento a Roald Amundsen parecía fuera de lugar, bajo un sol con apariencia primaveral. Y el memorial a los marinos noruegos caídos en la Segunda Guerra Mundial, al que ni me acerqué por no mancillar el impoluto manto blanco que lo envolvía, yacía ahora rodeado de hierba muerta.

Pipervika

Pipervika.

En apenas un instante, llegamos junto al faro de Kavringen, construido entre 1891 y 1892 para marcar el canal occidental de acceso al puerto de Oslo, después de que, en 1890, embarrancara en las inmediaciones el vapor Norge. Su impecable aspecto actual es fruto de la restauración llevada a cabo en 1992, con motivo de su centenario. Más allá de Kavringen, estaba la bahía de Pipervika, con su puerto flanqueado por los barrios de Tjuvholmen y Aker Brygge al oeste y la fortaleza de Akershus al este. El Oslo más moderno y el más tradicional, frente a frente. Todo ello rematado por el inconfundible edificio del ayuntamiento, de estilo funcionalista, construido entre 1931 y 1950.

Bjørvika

Bjørvika.

Un poco más al este, pasado Akershus, llegamos finalmente a Bjørvika. Fue en esta bahía, junto a la desembocadura del río Alna, donde nació Oslo, en una fecha indeterminada del siglo XI. Al menos eso se piensa, pues la zona ha sufrido una intensa transformación a lo largo de los siglos. A la estación de ferrocarril y la red de carreteras, se han unido en épocas más recientes el nuevo Palacio de la Ópera, el desarrollo urbanístico de Sørenga, que ha convertido un antiguo muelle de contenedores en un moderno barrio residencial, o el nuevo Museo Munch, todavía inconcluso. En general, toda la fachada marítima de Oslo está sufriendo una transformación radical, dentro del plan municipal conocido como Fjord City.

El Crown Seaways en Bjørvika

El Crown Seaways en Bjørvika.

Desembarqué unos minutos después de las diez de la mañana. Apenas un kilómetro, siguiendo la orilla occidental de Bjørvika, separaban la terminal de DFDS del Thon Hotel Opera, que había vuelto a elegir como alojamiento en Oslo. Más que nada, por su magnífica ubicación junto a la estación de ferrocarril, de la que debía partir al día siguiente rumbo a Stavanger.

A pesar de que el Oslofjorden no es rival para los impresionantes fiordos del oeste del país y de una ausencia de nieve extraña en pleno invierno noruego, recorrer el fiordo en barco fue una experiencia interesante, que superó ampliamente mis expectativas. Quizá influyó que éstas eran relativamente bajas, por lo que en ningún momento me sentí defraudado. En cualquier caso, ya tendría tiempo de llenarme de fiordos agrestes y paisajes nevados en los días venideros.

Faro de Torbjørnskjer

Isla de Jeløya

Oscarsborg

Tåkeklokke de Søndre Langåra

Faro de Heggholmen

Faro de Dyna

Museo del Fram

Faro de Kavringen

Terminal DFDS

Para ampliar la información:

La información sobre el trayecto en la web de DFDS está en https://www.dfds.com/es-es/ferris-de-pasajeros/rutas-de-ferry/ferry-a-noruega/copenhague-oslo.

Hay una entrada sobre el itinerario en el blog Encontré mi Lugar: https://www.encontremilugar.com/mini-crucero-a-oslo/.

La web oficial de turismo de Oslo tiene una sección dedicada a su fiordo (https://www.visitoslo.com/es/actividades-y-atracciones/zonas/fiordo-de-oslo/) y otra a recorridos en barco (https://www.visitoslo.com/es/actividades-y-atracciones/actividades/paseos-en-barco/).

Es relativamente sencillo moverse por la sección interior del Oslofjorden en transporte público. Se puede encontrar información en la página oficial de turismo de Noruega (https://www.visitnorway.es/listings/de-isla-a-isla-en-el-fiordo-de-oslo/47427/) o el blog BasKes (https://www.debilbaopues.com/fiordo-oslo/).

En https://depuertoenpuerto.com/de-copenhague-a-tromso/ se puede ver todo mi viaje invernal entre Copenhague y Tromsø.

En inglés, la web de Color Line, naviera que ofrece la posibilidad de viajar entre Kiel y Oslo, está en https://www.colorline.com/kiel-oslo/cruise-kiel-oslo.

Quien quiera profundizar en el conocimiento de la compleja geología del fiordo, puede descargar un PDF en https://www.mn.uio.no/geo/english/services/knowledge/geology-oslo-area/osloarea-bjorlykke.pdf.