Cuando Fridtjof Nansen pensó en llegar al Polo Norte en barco, la idea parecía descabellada. Ningún buque de la época era capaz de soportar un viaje como el que planteaba, dejándose atrapar por el hielo ártico para llegar al polo arrastrado por su deriva. Para diseñar el casco del barco, Nansen se había inspirado en una cáscara de nuez. Curiosamente, en español asociamos el término a la fragilidad. Pero Nansen apreció que, al presionar una nuez entre sus dedos, ésta tendía a escapar, con más fuerza cuanto más presión aplicara. Así nació el Fram, el barco más famoso de la exploración polar.

El Fram atrapado en el hielo

El Fram atrapado en el hielo.

Además de un casco con una forma pensada para resistir la presión del hielo, elevándose sobre éste, el diseño del Fram aportaba varias soluciones novedosas. Como dividir la bodega en tres compartimentos estancos, construir el casco con tres capas impermeabilizadas de roble, o disponer de una hélice y un timón retráctiles. El barco fue construido en los astilleros de Colin Archer en Rekkevik, una localidad cercana a Larvik, al sur de Oslo. Los astilleros desaparecieron hace tiempo y hoy el lugar está ocupado por un grupo de viviendas unifamiliares. Una placa conmemorativa es todo lo que queda para recordar el lugar de nacimiento del Fram.

Expediciones árticas de Nansen y Amundsen

Expediciones árticas de Nansen y Amundsen.

El barco participó en tres expediciones polares. La primera, aquella para la que había sido concebido. Zarpó de Oslo el 24 de Junio de 1893 y logró alcanzar los 85°56′ norte, la mayor latitud alcanzada por un buque hasta esa fecha. Pero Nansen fracasó en su intento de llegar al Polo Norte. Tras una epopeya en la que no faltaron increíbles golpes de suerte, regresaron a Oslo el 9 de Septiembre de 1896. El Fram volvió a navegar un par de años más tarde, esta vez capitaneado por Otto Sverdrup. Su objetivo era intentar circunnavegar Groenlandia. Tampoco lo logró. Aunque, desde el punto de vista científico, la expedición fue todo un éxito, cartografiando un cuarto de millón de kilómetros cuadrados del Ártico canadiense. Tras cinco años de descanso, se hizo de nuevo a la mar el 9 de Agosto de 1910, esta vez con rumbo sur. Fue el barco elegido por Roald Amundsen para navegar hasta la Antártida, en su intento de llegar al Polo Sur. Esta vez, la expedición fue un éxito y Amundsen llegó al polo el 14 de Diciembre de 1911.

Monumento a Amundsen

Monumento a Amundsen.

La hazaña de Amundsen tuvo repercusión mundial y éste se dedicó a dar conferencias por medio mundo, aprovechando su fama para recaudar fondos destinados a financiar nuevas expediciones. Mientras tanto, el Fram viajó a Tasmania, Buenos Aires y Panamá, para regresar de nuevo a Buenos Aires. Finalmente, llegó a Horten, en Noruega, el 16 de Julio de 1914. Las fortalezas de un barco pensado para navegar entre el hielo, se convirtieron en debilidades en los mares cálidos y abiertos en los que pasó varios meses. Regresó en muy malas condiciones, carcomido por la broma y lleno de ratas, moscas y cucarachas. Tras su llegada, pasó varios años olvidado en los muelles de los astilleros de la armada noruega. Hubiera desaparecido, de no ser por el empeño de Otto Sverdrup, que durante años presionó a políticos, periodistas y la Asociación Noruega de Marinos, hasta que, en 1929, logró obtener los fondos necesarios para su restauración, en gran parte aportados por Lars Christensen, un acaudalado armador. En 1935, el barco fue trasladado a Oslo, donde se había preparado la rampa que permitió extraerlo del agua. Una vez estuvo situado en la que iba a ser su ubicación definitiva, se procedió a construir alrededor el edificio destinado a protegerlo de las inclemencias meteorológicas.

Exterior del Museo del Fram

Exterior del Museo del Fram.

El Museo del Fram está ubicado en la península de Bygdøy, al oeste de Oslo. Llegué ante sus puertas una gélida mañana de febrero. Desde fuera, no parecía gran cosa. Un empinado tejado a dos aguas surgía desde la nieve que cubría el suelo. El edificio tenía un aspecto algo desvencijado. Recordando el hermoso edificio de cristal del Museo del Polstjerna, en Tromsø, esperaba unas instalaciones más cuidadas.

El Fram

El Fram.

Mis impresiones cambiaron nada más entrar. La imponente presencia del Fram ocupaba casi todo el espacio interior, contribuyendo a agrandar sus proporciones. Me llamó la atención la falta de luz. Posteriormente, descubrí que había llegado durante la «noche». La iluminación interior del museo cambia cíclicamente, simulando el día y la noche, las estaciones del año y diversas condiciones meteorológicas. Un efecto muy conseguido y que crea un ambiente bastante realista.

Interior del Fram

Interior del Fram.

No pude evitar dirigirme directamente a la pasarela que permite subir a bordo del Fram, pisar sus cubiertas y recorrer su interior, lleno de objetos y referencias a la vida a bordo durante las expediciones polares. Es posible visitar el comedor, la cocina, la carpintería, los camarotes y, en general, casi todos sus compartimentos. Aunque, con diferencia, lo mejor fue subir a su precario puente. Apenas una pasarela de madera con una frágil barandilla. Allí, asido a los mismos barrotes metálicos que, más de cien años atrás, habían tocado las manos de Nansen y Amundsen, mientras sobre las paredes del museo se proyectaba un embravecido mar ártico, no pude evitar emocionarme.

Maquetas previas del Fram

Maquetas previas a la construcción del Fram.

El Fram está rodeado por tres niveles que, además de permitir apreciar su casco desde casi cualquier ángulo imaginable, ofrecen información adicional sobre su historia y la de aquellas expediciones en las que participó. Maquetas, fotografías, mapas y los objetos más diversos ayudan a comprender la importancia del barco y los descubrimientos que se lograron con su ayuda. También permiten apreciar las enormes dificultades y sacrificios que tuvieron que sobrellevar sus tripulantes. Creo que hoy nos es imposible imaginar las sensaciones que debieron experimentar aquellos hombres, que pasaron años enteros completamente aislados del mundo, en medio de un entorno extraordinariamente hostil. Dependiendo para sobrevivir tan solo de su talento y los pocos enseres que llevaban a bordo, en un lugar que no tolera errores ni da segundas oportunidades. Sin posibilidad de recibir ayuda, o tan siquiera pedirla.

El Gjøa

El Gjøa.

Pero la visita no acaba aquí. Un pasaje subterráneo lleva a un edificio contiguo, donde se encuentra el Gjøa, otro de los barcos fundamentales en la exploración ártica. La balandra que permitió a Amundsen completar la primera travesía del Paso del Noroeste. Al contrario que el Fram, el Gjøa no fue diseñado para la exploración polar. Había sido botado en 1872 para la pesca del arenque. Amundsen lo compró en 1901 y, después de un primer viaje de prueba, realizó varias mejoras. Zarpó de Oslo el 16 de junio de 1903. Tras tres inviernos en el ártico canadiense, llegó a San Francisco el 19 de octubre de 1906. Posteriormente, el Gjøa fue situado sobre un pedestal en el parque Golden Gate, sufriendo un deterioro cada vez más evidente. Finalmente, en 1972, el gobierno Noruego logró recuperar el barco. Una vez restaurado, pasó varios años en Bygdøynes, hasta que, en 2009, fue trasladado al Museo del Fram.

Interior del Gjøa

Interior del Gjøa.

Lo que más me llamó la atención del Gjøa fueron sus reducidas dimensiones. Con 21 metros de eslora, frente a los 39 del Fram, la diferencia no parece tan grande al primer golpe de vista. Pero se hace evidente nada más entrar en el barco. El Fram es relativamente amplio, con espacios diferenciados para el motor, almacenamiento, camarotes, etc. Por contra, el interior del Gjøa está formado en su mayor parte por una gran estancia. Apenas hay un pequeño espacio en su proa destinado a alojar la tripulación. Se comprende mejor la diferencia comparando los tonelajes. 800 toneladas de desplazamiento para el Fram, frente a 47 para el Gjøa. Aunque éste llevaba tan solo 6 tripulantes, frente a los 16 del Fram, las condiciones a bordo debían ser mucho más duras. Lo que no impidió a Amundsen pasar 18 meses consecutivos en un remoto lugar de la costa de la isla del Rey Guillermo, que desde entonces se conoce como Gjoa Haven.

Oslo desde la península de Bygdøy

Oslo desde la península de Bygdøy.

Para cualquiera que esté interesado en la historia de la exploración polar, visitar el Museo del Fram es una experiencia única. En ningún otro lugar del mundo es posible encontrar juntos dos barcos que son, sin la más mínima duda, parte fundamental de dicha epopeya. Y mucho menos recorrer su interior. Además, las exposiciones que los rodean ayudan a situarlos en contexto y aumentan, si cabe, el interés del museo. La posibilidad de visitarlo había sido el principal motivo que me había llevado a iniciar mi viaje invernal desde Oslo. El museo acabó superando mis mejores expectativas.

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Dónde ampliar la información:

Comenzaré por un libro: «Yo el Fram«. Escrito por Javier Cacho, es una narración novelada, contada en primera persona, del barco más famoso de la exploración polar. Se puede adquirir en http://forcolaediciones.com/producto/yo-el-fram/. Me lo regaló un buen amigo, conocedor de mi obsesión ártica. Gracias de nuevo, Jesús.

En la Wikipedia se puede encontrar un largo artículo sobre la expedición de Nansen a bordo del Fram (https://es.wikipedia.org/wiki/Expedición_Fram), así como otro sobre la expedición de Amundsen al Polo Sur (https://es.wikipedia.org/wiki/Expedición_Amundsen).

En https://depuertoenpuerto.com/de-oslo-a-reikiavik/ se puede consultar mi itinerario invernal entre Oslo y Reikiavik.

En inglés, la página oficial del museo está en https://frammuseum.no. Además de información práctica, contiene una interesante sección sobre historia de la exploración polar.