Apenas 60 kilómetros separan el extremo nororiental del Mýrdalsjökull del suroeste del gran Vatnajökull. Entre ambos glaciares se encuentra una de las zonas más fascinantes de Islandia, en el límite meridional de sus Tierras Altas. Una región en la que podemos encontrar el mayor cañón volcánico del mundo, fabulosas montañas multicolores rodeadas de humeantes campos geotermales o lagos escondidos en cráteres de antiguos volcanes. Entre todas estas maravillas, se interna una de las carreteras más hermosas de la isla. La ruta 208, también conocida como Fjallabaksleið Nyrðri.

Carretera 208 cerca de la Ring Road

Carretera 208 cerca de la Ring Road.

La carretera 208 une (por decir algo) la Ring Road, en el sur de Islandia, con la ruta 26, en la zona central de la isla. Sus 102 kilómetros se dividen en tres tramos bastante distintos. Los 30 kilómetros septentrionales, entre la carretera 26 y las inmediaciones de Landmannalaugar, son los más transitados de las Tierras Altas. Pese a que tan solo sus primeros 5 kilómetros, hasta el puente sobre el Tungnaá, están asfaltados, no es una carretera de montaña, por lo que en principio puede recorrerse con cualquier vehículo. Lo mismo ocurre en su extremo meridional, de 17 kilómetros, entre la Ring Road y la granja de Búland, donde el asfalto se acaba tras los primeros 5 kilómetros, al norte del cruce con la 209. Aunque en este caso sea un trayecto mucho menos concurrido.

La F208 junto al Jökuldalakvísl

La F208 junto al Jökuldalakvísl.

El tramo realmente interesante es el central. La F208. Una carretera de montaña, tan solo apta para vehículos con tracción a las cuatro ruedas, en la que hay que vadear más de una docena de ríos. Sus poco más de 55 kilómetros de tierra, barro y agua forman uno de los trayectos más fascinantes de Islandia. Con el aliciente añadido de pasar a escasos kilómetros de lugares tan asombrosos como el cañón del Eldgjá, el impresionante Landmannalaugar o el cráter de Ljótipollur. Motivos más que suficientes para elegirla como la ruta que nos llevaría desde la llanura costera del sur hasta Hrauneyjar, al comienzo de Sprengisandsleið, en nuestra segunda jornada atravesando las Tierras Altas.

La Ring Road atravesando Eldhraun

La Ring Road atravesando Eldhraun.

Tras haber logrado superar el difícil reto de la jornada anterior, conduciendo al norte del Mýrdalsjökull por las carreteras F261, F210 y F232, afrontábamos la nueva ruta con mucha más confianza. El día era espléndido y, por encima de los campos de lava de Eldhraun, podíamos ver las nieves perpetuas que cubren el Katla, uno de los volcanes más temidos de Islandia. Poco después, llegábamos al desvío de la carretera 208, donde nos recibió un flamante arco de acero. Había sido instalado en 2019 para sustituir al anterior puente sobre el Skaftá, cuyos cimientos fueron socavados por una de las recurrentes crecidas del río. Una vez más, la violenta naturaleza de Islandia haciendo de las suyas.

Ovejas en Skaftártunga

Ovejas en Skaftártunga.

Más allá del río, se extendía Skaftártunga. La carretera, todavía asfaltada, avanzaba entre granjas y tierras de labor, por un paisaje que, tratándose de Islandia, se podría calificar como suave. Incluso bucólico. Poco después, se acabó el asfalto, aunque el trazado de la pista seguía siendo bastante aceptable. Además, apenas había tráfico. Nuestra principal preocupación era no atropellar alguna de las numerosas ovejas que correteaban libremente por el campo, casi siempre en grupos de tres.

Finalmente, al filo de las diez de la mañana, llegábamos frente al Stangakvísl. En principio, su vado era el más complicado de la ruta. Detuve el coche en una explanada al margen de la pista y bajamos a estudiar la situación. El tráfico era relativamente abundante. En unos minutos, pudimos ver cruzar tres coches en sentido norte y uno en sentido sur. Nosotros fuimos los siguientes. El río bajaba bastante remansado y sus aguas cristalinas permitían ver razonablemente bien el fondo de guijarros. Superamos el vado sin ningún problema.

El siguiente vado resultó estar completamente seco. Apenas quince minutos después de atravesar el Stangakvísl, llegábamos al aparcamiento de Eldgjá y comenzábamos nuestra primera excursión del día.

Eldgjá, el cañón de fuego.

Nuestro objetivo en Eldgjá era ir hasta los pies de Ófærufoss, la espléndida cascada por la que el Norđari Ófæra se desploma en el fondo del cañón. Para llegar, apenas teníamos que caminar un par de kilómetros, por una senda razonablemente cómoda que avanzaba entre la orilla izquierda del río y los grandes terraplenes del barranco.

Norte de Skaftártunga

Norte de Skaftártunga.

Salimos de Eldgjá con retraso. Lo que no impidió que, en apenas cinco minutos, hiciéramos una nueva parada. Esta vez, en un mirador sobre una colina, desde el que disfrutamos de una amplia vista sobre Skaftártunga y los primeros contrafuertes de las Tierras Altas. El día seguía mejorando, sin la menor amenaza de viento o lluvia. Esto, unido al escaso (o nulo) caudal de los dos primeros vados, nos llenó de confianza y nos permitió recorrer la pista bastante relajados, disfrutando del imponente entorno.

Poco a poco, nos íbamos adentrando en las Tierras Altas. La F208 zigzagueaba por el paisaje, subiendo y bajando cerros casi continuamente. De vez en cuando, encontrábamos algún vado, que íbamos superando sin mayor problema. Apenas había tráfico, pero en ningún momento tuvimos la sensación de completa soledad del día anterior. Por una parte, restaba encanto al itinerario. Pero también nos aportaba tranquilidad. Si encontrábamos algún problema, no estaríamos solos.

Junto al Jökuldalakvísl

Junto al Jökuldalakvísl.

Tras una hora conduciendo, decidimos hacer una pausa junto al Jökuldalakvísl. Debíamos atravesar otro de sus afluentes, en un vado que era poco más que un charco con algo de corriente. Pero, en medio de un paisaje cada vez más desolado, su entorno parecía un pequeño oasis, perfecto para estirar las piernas mientras contemplábamos el contraste entre las extrañas formaciones de roca y las remansadas aguas del arroyo.

Entre el Jökuldalakvísl y el Kirkjufellsós

Entre el Jökuldalakvísl y el Kirkjufellsós.

A partir del Jökuldalakvísl, el terreno se volvió todavía más agreste y nuestro avance aun más lento. No por la pista, que seguía atravesando ríos sin demasiado caudal, entre curvas, barrancos, subidas y bajadas. Lo que realmente nos ralentizaba era el paisaje, cada vez más impresionante, que nos rodeaba. Las montañas, más altas y apelotonadas que antes, comenzaban a recordarnos las del cada vez más cercano Landmannalaugar.

Finalmente, sobre las cuatro de la tarde llegamos al Kirkjufellsós, un afluente del Tungnaá por el que desagua el cercano lago Kirkjufellsvatn. El último vado de la ruta resultó ser una gran charca de aguas remansadas, que el río atravesaba plácidamente. Pese a su inofensiva apariencia, este tipo de charcas tiene un peligro: su zona central suele estar compactada por el paso de los vehículos, por lo que puede ser relativamente profunda. En ocasiones, lo suficiente como para que, en un coche sin toma de aire elevada tipo «snorkel», pueda entrar agua al motor, con nefastas consecuencias. Si, como era el caso, hay una cuerda en uno de los lados del vado, lo más seguro suele ser intentar ceñirse a ésta, pues señaliza la zona menos profunda.

Una pausa junto al Kirkjufell

Una pausa junto al Kirkjufell.

Superado el vado, tras rodear el monte Kirkjufell llegamos a un lugar en el que había varios vehículos aparcados en el borde de la pista. Sin tener muy claro qué íbamos a encontrar, decidimos hacer una pausa y curiosear. Una senda se adentraba entre las montañas, bordeando la ladera occidental del Kirkjufell. Las extrañas montañas que teníamos al frente eran un anticipo de la cercana Landmannalaugar. Justo al otro lado, estaba el impresionante valle del Jökulgilskvísl. Pero era demasiado tarde para aventurarse por una senda que ni aparecía en nuestros mapas. Lo más prudente era regresar a nuestra ruta.

Lago Kýlingavatn

Lago Kýlingavatn.

A continuación, la pista se aproximaba a la orilla del Kýlingavatn, un pequeño lago glaciar. Volvimos a detenernos. Varias montañas, entre las que destacaban Litli-Kýlingur y Stóri-Kýlingur, que dan nombre al lago, enmarcaban hacia el este sus aguas lechosas. Su extraño color hacía, si cabe, aun más irreal el paisaje circundante. La zona, denominada Kylingaskard, era un remanso de paz que invitaba a un tranquilo paseo, pero la tarde avanzaba inexorablemente. Debíamos seguir nuestro camino.

Río Jökulgilskvísl desde la F208

Río Jökulgilskvísl desde la F208.

Poco después llegamos al Jökulgilskvísl, donde nos recibió la civilización en forma de un puente sobre sus aguas. Nos aproximábamos al extremo septentrional de la F208. Hicimos una breve pausa para observar un río que, apenas unos kilómetros aguas arriba, atraviesa uno de los paisajes más impresionantes de Islandia. No sé si nos resistíamos a dejar atrás la parte más salvaje de la ruta o simplemente queríamos retrasar la llegada al cruce con la F224, donde tendríamos que tomar la última decisión del día: desviarnos hacia Landmannalaugar o seguir nuestro camino hacia Hrauneyjar.

Landmannalaugar desde la F208

Landmannalaugar desde la F208.

En realidad, no teníamos elección. Era demasiado tarde para intentar ascender al Brennisteinsalda. Mientras atravesábamos los últimos metros de la F208, contemplando Landmannalaugar más allá del laberinto de meandros del Jökulgilskvísl, nos rendimos a la evidencia y decidimos aprovechar lo que quedaba de tarde para explorar un destino mucho menos ambicioso: el cráter de Ljótipollur.

Nordurnamshraun y el cauce del Jökulgilskvísl

Norđurnámshraun y el cauce del Jökulgilskvísl.

De camino, volvimos a detenernos en el mirador sobre el Frostastaðavatn. Recordábamos la espléndida vista de nuestra anterior incursión por la zona. Pero, para bien o para mal, una de las características de Islandia es que cada experiencia suele ser irrepetible. Esta vez fue para mal. La hermosa serenidad de nuestra anterior visita se había convertido en un vendaval insufrible, procedente del lago. Curiosamente, fue el único momento de toda la jornada en el que hubo viento. Además, la luz no era rival de la que habíamos disfrutado la anterior ocasión. Por contra, la vista hacia el camino que acabábamos de recorrer era mucho más interesante, con el amarillento cauce del Jökulgilskvísl iluminado por los rayos del sol, más allá del campo de lava de Norđurnámshraun. En cualquier caso, el viento era tan fuerte que apenas podíamos mantenernos en pie junto al coche. Tras un par de minutos, salimos corriendo rumbo a Ljótipollur.

Un breve desvío hasta Ljótipollur.

Ljótipollur es uno de los cráteres de explosión de la reserva natural de Fjallabak. Al igual que el cercano Hnausapollur, forma parte del sistema de fisuras volcánicas de Veiðivötn. Sus terraplenes, que se elevan un centenar de metros sobre la llanura circundante, esconden un lago volcánico de aguas extrañamente azules.

Entre Ljótipollur y Hrauneyjar

Entre Ljótipollur y Hrauneyjar.

Finalizada la última visita del día, tan solo nos quedaba llegar a nuestro destino, atravesando un camino ya conocido. El mismo trayecto en el que había comenzado mi fascinación por las Tierras Altas de Islandia. Cuando lo había recorrido por primera vez, avanzar por una pista de ceniza gris, rodeado por un paisaje casi lunar, me había parecido una experiencia fascinante. Tras haber atravesado Mælifellssandur el día anterior, resultó ser mucho menos impresionante. Una claro ejemplo de lo subjetivas que son nuestras sensaciones.

Repostando en Hrauneyjar

Repostando en Hrauneyjar.

Llegamos a Hrauneyjar poco antes de las ocho de la tarde. Habíamos tardado casi doce horas en recorrer los 137 kilómetros que separaban el hotel Laki, en Kirkjubæjarklaustur, del Highland Centre de Hrauneyjar. Una vez más, estábamos polvorientos, cansados y hambrientos. Pero, antes incluso de ir al hotel, decidimos «dar de comer» al coche. Al día siguiente, afrontaríamos el mayor reto de todo el viaje: recorrer Sprengisandsleið. La F26, con 232 kilómetros de longitud, es la carretera de montaña más larga de Islandia. La siguiente gasolinera, en Fosshóll, estaba 241 kilómetros al noreste.

Para ampliar la información:

Quien se vaya a adentrar en las Tierras Altas por primera vez puede encontrar información útil sobre la conducción en otra entrada de este mismo blog: https://depuertoenpuerto.com/conducir-en-islandia-las-tierras-altas/.

En inglés, imprescindible visitar https://safetravel.is, tanto para averiguar el estado de las carreteras de montaña, como las alertas meteorológicas o dejar un plan de viaje. Nunca te adentres en las Tierras Altas sin consultar previamente esta página.

También es interesante visitar https://www.road.is/travel-info/condition-and-opening-of-mountain-roads/, donde podemos averiguar las fechas de apertura de las carreteras de montaña.

La oficina meteorológica de Islandia tiene su web en https://en.vedur.is.

Hay una buena entrada sobre la ruta en el blog ZigZagonearth: http://www.zigzagonearth.com/f208-central-highlands-iceland/.

Epic Iceland tiene una breve descripción de la ruta en su página dedicada a las carreteras de las Tierra Altas.: https://epiciceland.net/list-f-roads-iceland/#F208_8211_Fjallabaksleid_Nyrdri_8211_north.

Quien tenga curiosidad por ver cómo son las riadas periódicas del Skaftá puede consultar la página https://volcanohotspot.wordpress.com/2015/10/01/skaftarhlaup-glacial-outburst-flood-from-under-vatnajokull-in-progress/.

Por último, mencionar un par de libros. Trackbook Iceland es muy recomendable para cualquiera que recorra el interior de Islandia: https://www.amazon.es/Trackbook-Iceland-58-Highland-Adventures/. Se limita a describir buena parte de las carreteras de montaña, con indicaciones prácticas para la conducción. Un rutómetro en papel de los de toda la vida.

Off the Beaten Track in Iceland es más parecido a una guía turística. Aunque comienza a estar desactualizado, sigue teniendo interés: https://www.amazon.es/Off-Beaten-Track-Iceland-2012/.