Puede que Goðafoss sea la cascada más famosa de Islandia. Desde luego, no es ni la más alta, ni la más caudalosa. Tampoco, al menos en mi opinión, la más hermosa. Pero su peculiar fisonomía, la sencillez de su acceso, a escasos metros de la Ring Road, y sus apariciones cinematográficas, la han catapultado a la fama. El resultado es un entorno que tiende a la masificación y se aleja mucho de la imagen que podemos tener de Islandia como un lugar salvaje. Los aparcamientos y las rampas de acceso que la rodean se encargan de recordarnos continuamente que estamos en el lugar más visitado del norte de la Tierra de Hielo.

Calma en Goðafoss

Goðafoss en el verano de 2020.

Goðafoss fue el primer lugar turístico que conocí en Islandia, una mañana de julio de 2017. Desembarcamos en Akureyri, recogimos un coche de alquiler que había reservado previamente y no nos detuvimos hasta llegar a su aparcamiento. Desde entonces, la cascada me ha generado sentimientos contrapuestos. Por una parte, de rechazo, al formar parte de la Islandia mas civilizada. Precisamente aquella que menos me atrae. Pero el lugar es sin duda hermoso y resulta complicado resistirse a sus encantos, por lo que acabo regresando una y otra vez. A lo largo de cuatro visitas, he podido observar como, lenta pero inexorablemente, ha ido avanzando el proceso de domesticación de su entorno.

Larga exposición de Aldeyjarfoss

Aldeyjarfoss.

En realidad, aquel gélido día de febrero Goðafoss era mi objetivo secundario. El principal debería haber sido la salvajemente hermosa Aldeyjarfoss, en el límite de las Tierras Altas. Pero tuve que renunciar a visitarla. Si las carreteras asfaltadas, en las zonas más bajas de la isla, ya eran difícilmente transitables, adentrarse río arriba, por la 842, resultaría virtualmente imposible. Por no hablar de los cuatro kilómetros que posteriormente habría tenido que andar, entre el arranque de la F26 y la cascada, al estar dicha pista cerrada al tráfico. En un día de por sí complicado y con un temporal acercándose, intentarlo habría sido una temeridad.

Carámbanos en Goðafoss

Carámbanos en Goðafoss.

Llegué a Goðafoss a primera hora de una tarde nublada y ventosa. Me dirigí directamente a su aparcamiento oriental. En principio, el único que está abierto en invierno. Apenas habría media docena de vehículos aparcados. La visita empezaba bien. Nada que ver con la habitual masificación estival. El día era gris, pero suficientemente luminoso. Y no nevaba. Tan solo el viento parecía empeñado en intentar complicar mis intenciones. Éstas eran bien simples. Quería hacer una fotografía de larga exposición, buscando captar esa extraña mezcla entre el hielo y el agua, que magnifica la belleza de las cascadas durante el invierno islandés. Algo que no siempre resulta sencillo. Por un lado están los inconvenientes atmosféricos, como la nieve y el viento, que pueden complicar la toma hasta el extremo de hacerla imposible. Además, el resultado dependerá del grado de congelación de cada cascada. Si éste es inapreciable, no habrá mucha diferencia con una fotografía en verano. Peor aun puede ser el caso contrario. Si, como me había ocurrido un par de días atrás en Rjúkandafoss, el salto de agua está completamente helado, puede llegar a ser prácticamente invisible. Sobre todo, cuando lleva días congelado y entre tanto ha caído alguna nevada. También debemos tener en cuenta que, si los días son muy fríos, el caudal del río puede verse afectado, llegando a desaparecer en algunos casos.

Goðafoss en invierno

Goðafoss desde la orilla oriental.

Aquel día parecía tener todo de cara. Goðafoss estaba en un equilibrio casi perfecto entre las zonas congeladas y aquellas en las que el agua lograba seguir fluyendo. Tan solo el caño central, que contribuye en buena parte al extraño aspecto de la cascada, estaba completamente helado, creando una curiosa formación de carámbanos. Además, pese al frío extremo del día anterior, el Skjálfandafljót mantenía un caudal bastante apreciable. Acabé quedándome prácticamente solo en el mirador, por lo que pude desenvolverme con toda tranquilidad, buscando el encuadre más interesante. Tras varios ensayos, me di por satisfecho, aunque en realidad no estaría seguro del resultado hasta llegar al hotel, donde podría ver las tomas en una pantalla más adecuada.

Goðafoss y el río Skjálfandafljót

Goðafoss y el río Skjálfandafljót.

A continuación, intenté bajar hacia la orilla del río. Desde la playa de cantos rodados que se encuentra a los pies del mirador principal, hay una perspectiva muy interesante de la cascada, con el agua del Skjálfandafljót en primer plano. Pero el camino estaba cortado. La gruesa capa de nieve me impedía seguir avanzando. Por si me podía quedar alguna duda, una cadena atravesaba el sendero de lado a lado, cerrando el acceso. Pero el breve desvío tuvo su lado positivo. Según regresaba a la senda principal, pude ver un vehículo al otro lado del río. Tenía todo el aspecto de ser una de esas furgonetas reconvertidas en minibús que suelen utilizar los talleres fotográficos que recorren la isla. ¿Estaría abierto el aparcamiento occidental? No perdía nada por averiguarlo.

Hielo en el Skjálfandafljót

Hielo en el Skjálfandafljót.

No debí ser el único que se hizo la misma pregunta, pues entré al aparcamiento siguiendo las rodadas de un par de vehículos. Éstos se adentraron, con dificultad, hacia las proximidades del mirador. Yo preferí ser más prudente. Dejé el coche cerca de la entrada y continué andando. Unos minutos después, estaba frente a la cascada. Creo que los miradores de la orilla occidental ofrecen la mejor vista sobre Goðafoss, con los dos saltos principales enmarcando al central, que aquel día era completamente inexistente. Volví a emplazar el trípode, repitiendo el proceso de sacar varias tomas. Tras lo cual, intenté grabar un video. En ese mismo instante, comenzó a nevar. No era una gran nevada, pero era la señal inequívoca de que el temporal se estaba aproximando. Había llegado el momento de seguir mi camino hacia el oeste.

Goðafoss desde la orilla occidental

Goðafoss desde la orilla occidental.

Al final, logré algunas fotos con las que me encuentro bastante satisfecho. Pero, por encima de todo, las casi dos horas que pasé en el entorno de Goðafoss me sirvieron para reconciliarme con la cascada. La gruesa capa de nieve borraba buena parte de las huellas que la civilización ha ido dejando en su entorno. La casi total ausencia de visitantes se traducía en un universo sonoro completamente dominado por el continuo rugir del Skjálfandafljót. El paisaje era de una rabiosa belleza primigenia, acentuada por el viento, el frío y los témpanos de hielo, que descendían entremezclados con las gélidas aguas del río. Según me reincorporaba a la Ring Road, no pude evitar sentir una punzada de melancolía. Será complicado volver a visitar Goðafoss en unas condiciones tan fascinantes.

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Para ampliar la información.

En este mismo blog, mi primera visita a Goðafoss está en https://depuertoenpuerto.com/godafoss/. Mi visión sobre la urbanización de su entorno, en https://depuertoenpuerto.com/godafoss-o-la-urbanizacion-de-islandia/.

El blog ZigZagviajes.com tiene una buena entrada sobre la cascada: https://zigzagviajes.com/cascada-godafoss-islandia/.

En inglés, la versión original del mismo blog tiene un post sobre Goðafoss en invierno, que parece no estar disponible en español: https://www.zigzagonearth.com/waterfall-godafoss-winter-iceland/.

El siempre interesante canal de YouTube del fotógrafo danés Mads Peter Iversen tiene un video sobre la cascada: https://www.youtube.com/watch?v=ZitutvY8Gdc.

Se puede ver una foto similar a la que no pude hacer, junto a la orilla del Skjálfandafljót, en https://photos.skarpi.is/image/I0000kAtGD67ws2U.