Nuestro último destino del día debería haber sido Kapp Waldburg, en el extremo sureste de Barentsøya. Pero parecía que la isla estaba empeñada en impedirnos desembarcar en sus playas. Al igual que durante la mañana en Sundneset, una espesa niebla flotaba sobre la zona. Aquí, tan baja que rozaba las aguas del estrecho. Más allá de la nefasta visibilidad, el principal problema con la niebla en Svalbard son los osos polares. Su visión se ve tan mermada como la nuestra, pero no así su agudo olfato, capaz de olerte a 30 kilómetros de distancia. Descender a tierra en esas condiciones era una temeridad.

Niebla en Freemansundet

Niebla en Freemansundet.

Avanzábamos hacia el este por Freemansundet, completamente rodeados por bancos de niebla. Eran más de las nueve de la tarde. Aunque el sol no se pondría hasta finales de agosto, la luz, que había sido escasa en toda la jornada, menguaba por momentos. Una plomiza penumbra se iba apoderando del ambiente. Hasta que, contra todo pronóstico, la niebla comenzó a levantar levemente. Sobre la amura de babor, en la delgada capa visible de un mundo comprimido entre el agua y las nubes, apareció un jirón de oscura tierra. Y, en medio de ese jirón, una mancha blanca. Estábamos frente a Freemanbreen.

El glaciar entre la niebla

El glaciar entre la niebla.

Con la niebla tan baja, no tenía sentido desembarcar. En cambio, podía ser interesante hacer una excursión en zódiac hasta las inmediaciones de la lengua glaciar. De inmediato, salió una lancha con parte del equipo de expedición a bordo. Apenas tardaron unos minutos en contactar por radio. La zona era segura. Comenzó el habitual trajín a popa, mientras la tripulación botaba el resto de zódiac. Una vez más, íbamos en la última lancha. Pasé buena parte de la espera observando cómo la niebla parecía volver a descender. ¿Bajaría tanto como para hacer imposible la excursión?

Niebla en Barentsøya

Niebla en Barentsøya.

Mis temores acabaron siendo infundados. Las nubes se detuvieron unos metros por encima del agua. Aunque seguían ocultando el paisaje, lentamente comenzaron a romperse, permitiéndonos entrever las ásperas laderas de Barentsøya. Un paisaje duro y desolado, al que los bancos de niebla imprimían un halo de misterio. Estábamos en el fin del mundo. Pero no solo en el sentido geográfico. Aquel paisaje parecía el resultado de un cataclismo apocalíptico, que hubiera borrado buena parte de la vida de la faz de la tierra.

Navegando hacia el Freemanbreen

Navegando hacia el Freemanbreen.

El SH Vega había fondeado algo al este del glaciar. Para llegar hasta la lengua tuvimos que recorrer parte de la descarnada costa. La única señal de vida animal era algún grupo, no demasiado numeroso, de aves. Las plantas no parecían ser mucho más abundantes. A duras penas lograban cubrir la franja inferior del terreno con un endeble manto parduzco. Según nos aproximábamos a la lengua, comenzaron a aparecer pequeños icebergs flotando entre las gélidas aguas del estrecho, mientras la playa, de arena negra, estaba cubierta por miles de fragmentos de hielo. Aquello parecía una versión ártica y aun más extrema de la espléndida Breiðamerkursandur.

En las proximidades del Freemanbreen

Aproximándonos al Freemanbreen.

Finalmente, llegamos junto al Freemanbreen. Llevaba años queriendo ver de cerca una lengua glaciar desembocando directamente en el mar. No las hay ni en la Noruega continental ni en Islandia. Y, tanto en mi anterior visita a Svalbard, extraordinariamente breve, como en Groenlandia, tan solo había logrado verlas desde la distancia. Por un motivo u otro, cada ocasión que tuve de acercarme se había acabando frustrando. De alguna forma, en aquella zódiac en un remoto estrecho, rodeado de bancos de niebla, estaba desquitándome de mis anteriores fracasos.

Pequeño iceberg frente al Freemanbreen

Frente al Freemanbreen.

De los 1.288 kilómetros cuadrados de Barentsøya, 571 están cubiertos por el Barentsjøkulen. El glaciar ocupa buena parte del interior de la isla y vierte al mar por sus cuatro costados. La lengua meridional es el Freemanbreen, así llamado por alcanzar el mar en Freemansundet, el estrecho de Freeman. Que a su vez debe su nombre a Ralph Freeman, un mercader inglés relacionado con la industria ballenera, que en 1633 llegó a ser Lord alcalde de Londres. Por su parte, Barentsøya fue bautizada en honor de Willem Barents, el descubridor oficial de Svalbard. Aunque es muy probable que las islas hubieran sido avistadas previamente, fue él quien puso el archipiélago en el mapa.

Texturas en el hielo

Texturas en el hielo.

Freemanbreen no es un gran glaciar. Su frente apenas alcanza los 1.300 metros de anchura, menos de la mitad de los 2.800 que tenía en 1990. También ha retrocedido 1.800 metros desde aquel año. Lo que no mermaba su interés. Las tonalidades del hielo y sus texturas eran de una belleza irreal. Semejaba un extraño mármol azulado, surcado por incontables vetas. Y, en cualquier caso, no conocemos suficientemente su dinámica como para saber si su retroceso es irreversible. El glaciar ya protagonizó un fenómeno poco conocido, que en español se podría traducir como «oleada glaciar», entre 1955 y 1956. Desde una posición similar a la actual, avanzó rápidamente hacia el mar, adentrándose en el estrecho hasta formar una amplia lengua, muy por delante de la linea de costa. No está muy clara la causa del súbito avance, ni tenemos mucha información sobre éste, más allá de algunas fotografías aéreas.

Regresando al SH Vega

Regresando al SH Vega.

De regreso, volvimos a recorrer la desolada costa. Otra vez éramos la última lancha en regresar. Mientras tanto, la niebla volvía a descender y la luz era cada vez más difusa. Pero regresábamos contentos. De alguna forma, habíamos salvado una tarde que las nubes bajas habían estado a punto de arruinar completamente. Pese a no poder desembarcar, logramos ver un hermoso glaciar desde muy cerca, mientras navegábamos entre los pequeños icebergs que se habían desprendido de éste. Un mero ensayo del auténtico espectáculo de la naturaleza que contemplaríamos a la mañana siguiente.

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Para ampliar la información.

Imposible encontrar información relevante en español.

En inglés, la magnífica web Spitsbergen-Svalbard tiene una entrada sobre Barentsøya: https://www.spitsbergen-svalbard.com/spitsbergen-information/islands-svalbard-co/heleysund-edgeoya-barentsoya-tusenoyane/barentsoya.html.

Los interesados en la glaciología de las dos islas sudorientales de Svalbard pueden descargar un PDF en https://polarresearch.net/index.php/polar/article/view/1942.

En https://blogs.agu.org/fromaglaciersperspective/2022/09/14/freemanbreen-svalbard-retreat-leads-to-island-formation/ encontraremos un artículo centrado en el retroceso del glaciar en los últimos años.