Nuestro siguiente destino era Varmahlíð, cerca del Skagafjörður, en la costa septentrional de Islandia. Para llegar desde Haukadalur, teníamos dos opciones. La corta, de 207 kilómetros, por la carretera 35. Según Google, nos llevaría 3 horas y 37 minutos. En recorrer la otra opción, dando un largo rodeo de 336 kilómetros por el oeste de la isla, tardaríamos 4 horas con 21 minutos. Sabíamos que Google se equivocaba. La mayor parte de la carretera 35 era en realidad una pista de tierra, conocida como ruta de Kjölur, atravesando el occidente de las Tierras Altas de Islandia, que nos llevaría un mínimo de cinco horas. Pero habíamos regresado a Islandia precisamente para conocer su región más salvaje. Nuestra elección estaba tomada de antemano.

Se acaba el asfalto

Se acaba el asfalto.

Salimos del hotel Geysir, en Haukadalur, poco después de las nueve de la mañana. Nuestra intención era llegar a Varmahlíð en la tarde del día siguiente. Además de saber que la estimación de tiempo de Google no era fiable, pensábamos hacer dos desvíos y pasar una noche durmiendo en el camino. Enfilamos hacia el nordeste de la carretera 35 con el depósito de gasolina lleno a rebosar y el firme propósito de no detenernos hasta entrar en las Tierras Altas. Por una vez, lo logramos. Ni tan siquiera la impresionante nube de agua pulverizada que despedía Gullfoss, claramente visible desde la carretera, logró detenernos. Veinte minutos y veinticuatro kilómetros después, llegábamos al fin del asfalto. La carretera, ahora convertida en una pista, seguía avanzando rumbo a las lejanas montañas.

Llueve sobre el Hvítarvatn

Llueve sobre el Hvítarvatn.

Según tomábamos altura, el terreno se volvía más áspero y la vegetación más escasa. Del espeso manto de nubes caía una llovizna intermitente, en la que ocasionalmente se mezclaba algún que otro copo de nieve. Hacia el noroeste, más allá de las frías aguas del Hvítarvatn, una cortina de lluvia nos impedía ver las nieves perpetuas del Langjökull. Avanzábamos lentamente, fascinados por un paisaje cuya grandiosidad es tan difícil de plasmar en un texto como en una fotografía.

Avanzando hacia Kjölur

Avanzando hacia Kjölur.

La carretera seguía ascendiendo, adentrándose cada vez más en las Tierras Altas. A pesar de los baches, tanto el firme como el trazado eran aceptables. Algunos mapas y muchas páginas web denominan al tramo no asfaltado de la carretera como F35. La letra procede de fjall, la palabra islandesa para montaña. Para recorrer dichas pistas en coche, es obligatorio que éste disponga de tracción a las cuatro ruedas. Pero hace años que la ruta de Kjölur dejó de ser una carretera de montaña. Se mejoró el firme, se ensanchó su trazado, se construyeron puentes sobre los ríos y se quitó la F de su denominación. Actualmente, es posible atravesarla con cualquier vehículo. Otra cosa es que sea razonable, sobre todo entre el cruce con la F335 y Hveravellir, su tramo en peor estado. Además, si vas con un coche de alquiler, deberías asegurarte de que el contrato te permite conducir por carreteras sin asfaltar.

El Langjökull desde la ruta de Kjölur

El Langjökull desde la ruta de Kjölur.

El paisaje era cada vez más impresionante. Sobre todo a nuestra izquierda. La lluvia se había retirado y podíamos ver con claridad una de las lenguas de hielo del Langjökull descendiendo hasta el lago. El tráfico era casi inexistente. En un par de horas, apenas nos cruzamos con dos coches y un ciclista solitario. La sensación de aislamiento, en un entorno tan vasto, resultaba apabullante. Era imposible observar cualquier señal de civilización, más allá de la propia pista y de los pocos vehículos que la atravesaban.

Río Jökulfell y el Hofsjökull

Río Jökulfell y el Hofsjökull.

Sin embargo, la ruta de Kjölur es casi tan antigua como la colonización noruega de la isla. Según el Landnámabók, era conocida desde principios del siglo X, aunque su trazado no coincidía exactamente con la carretera actual. Sobre todo, los habitantes del norte de la isla la utilizaban para asistir a las reuniones del Alþingi, en Þingvellir. La sumisión de Islandia, primero a los reyes de Noruega y más tarde a la monarquía danesa, hizo decaer el parlamento, lo que redundó en el progresivo abandono de la ruta. Además, la zona se convirtió en guarida de forajidos, entre los que destacó la pareja compuesta por Fjalla-Eyvindur y su esposa Halla. Cuando, en 1780, desaparecieron dos hermanos que llevaban su ganado desde el sur hasta Reynisstaðir, Kjölur quedó abandonada durante más de cien años. Hubo que esperar a finales del siglo XIX para que el explorador danés Daniel Bruun recorriera de nuevo la ruta. Tras su viaje, se restauraron las pilas de piedra que marcan la carretera, adoptando el que durante años sería el trazado de la F35.

Desde el cruce con la F347

Desde el cruce con la F347.

Tras acercarnos al curso del Jökulfell, llegamos al cruce con la F347. Era nuestro primer desvío, camino de Kerlingarfjöll y de Ásgarður, donde había un pequeño hotel en el que pasaríamos la noche. Habíamos tardado casi dos horas en recorrer 70 kilómetros. Aun nos quedaban otros 15 para llegar al aparcamiento de Kerlingarfjöll, pero podíamos dar por concluida nuestra primera etapa en la carretera de Kjölur.

Un día en Kerlingafjallavegur​.

La F347, también conocida como Kerlingafjallavegur, es una de las «carreteras» de montaña de Islandia. Con apenas 15 kilómetros de longitud, pasaría casi desapercibida de no ser, a efectos prácticos, la única forma de llegar con un vehículo a Kerlingarfjöll, uno de los lugares más deslumbrantes de la isla.

De vuelta a la ruta de Kjölur

De vuelta a la ruta de Kjölur.

Al día siguiente, nos reincorporamos a la carretera 35 poco después de las nueve de la mañana. El día seguía siendo gris, pero había mejorado notablemente. No llovía y, entre las nubes, podíamos ver algunos jirones de cielo azul. La visibilidad también era mucho mejor, con una atmósfera limpia que nos permitía distinguir las montañas más lejanas.

En la parte alta de Kjölur

En la parte alta de Kjölur.

En apenas unos minutos, llegamos a la zona alta del paso de Kjölur, donde la carretera alcanza los 700 metros sobre el nivel del mar. Hicimos una breve pausa junto a uno de los mojones que marcan la ruta. En realidad, un gran montón de piedras, con algo más de dos metros de altura. La vista era espléndida, con dos glaciares flanqueando la ruta. Al oeste, el Langjökull. Al este, el Hofsjökull. En medio, una llanura pedregosa, apenas cubierta por un precario manto de vegetación, se extendía hasta el horizonte.

Ruta 35 al norte del paso de Kjölur

Ruta 35 al norte del paso de Kjölur.

Siguiendo hacia el norte, el paisaje era cada vez más desolado. Una llanura ocre, prácticamente estéril, enmarcada por lejanas montañas. En medio, la pista avanzaba zigzagueando por el paisaje. El firme se había secado, por lo que el coche levantaba una polvareda al avanzar sobre su irregular superficie, dejando una gran columna de polvo a su paso. Observando la interminable llanura, era imposible ver otras nubes de polvo en la distancia. No había más vehículos avanzando por la pista. Tuvimos la sensación de estar todavía más solos que en la jornada anterior.

Cerca de Hveravellir

Cerca de Hveravellir.

Poco después de las diez, la carretera giró hacia el oeste. De nuevo teníamos al frente las nieves perpetuas del Langjökull, rozando las nubes. Era la señal de que nos acercábamos a nuestro segundo desvío en la ruta. Apenas un par de kilómetros, por la 735, hasta el aparcamiento del área geotermal de Hveravellir.

Hveravellir.

Pese a ser poco conocida fuera de Islandia, el área geotermal de Hveravellir es una parada obligada en la ruta de Kjölur. Su relativo aislamiento hace que sea un lugar bastante tranquilo, que se recorre cómodamente por una pasarela de madera. Además, está rodeado por varias sendas que permiten explorar su interesante entorno.

Manteniendo la distancia social en Kjölur

Al norte de Hveravellir.

Nos reincorporamos a la ruta 35 pasado el mediodía. De nuevo, la pista enfilaba claramente hacia el norte. Tanto el firme como el trazado iban mejorando progresivamente. Al igual que aumentaba el tráfico. Mirando atrás, podíamos ver claramente las nubes de polvo de un par de coches que nos seguían. En cambio, el paisaje seguía siendo imponente, con la pedregosa llanura enmarcada entre lejanos glaciares.

Ovejas en la 35

Ovejas en la 35.

Pero éste también comenzó a cambiar. Los grandes glaciares iban quedando atrás, mientras la pista descendía, lenta pero inexorablemente, camino de la costa septentrional de Islandia. Poco a poco, comenzó a reaparecer la vegetación y con ella uno de los rasgos característicos de las carreteras secundarias de Islandia: las ovejas. Al contrario que en España, éstas vagan libremente por el campo, generalmente en grupos reducidos. Su reacción cuando se aproxima algún vehículo es errática. Casi siempre se asustan, aunque nunca sabes la dirección concreta en la que van a salir corriendo y en ocasiones más que huir se atraviesan delante del coche. Otras veces te ignoran y solo se mueven, perezosamente, en el último momento. Incluso en una ocasión, precisamente en la ruta 35, un macho cabrío nos obligó a detenernos completamente, mientras cruzaba tranquilamente la pista acompañado de dos hembras, a la vez que nos dedicaba un gesto desafiante.

Última pausa en la ruta de Kjölur

Última pausa en la ruta de Kjölur.

Nuestra última parada fue en una colina, cerca de la orilla occidental del lago Blöndulón. Desde su cima, se dominaba una amplia porción de terreno. Verdes colinas, meandros, pequeños lagos y, al fondo, montañas con manchas de nieve en sus laderas. Aun siendo agradable, no era rival para el duro paisaje que habíamos recorrido durante la mañana. Hasta el cielo, cada vez más azul, parecía querernos decir que las Tierras Altas estaban quedando atrás.

Descendiendo hacia el Blanda

Descendiendo hacia el Blanda.

Seguimos avanzando hacia el norte, por un paisaje cada vez menos salvaje. Los lagos que bordeábamos, como el Blöndulón, eran en realidad embalses artificiales. Presas, canales y algún que otro edificio se repartían por el campo. Incluso estaba asfaltado un tramo de la pista, en las inmediaciones de lo que parecía ser una central hidroeléctrica. Poco después, comenzaron a aparecer las granjas, mientras descendíamos hacia un valle verde, salpicado de bosquecillos. A nuestra derecha, podíamos ver el puente sobre el río Blanda. El mejor trazado y el entorno más civilizado hicieron mucho más rápido nuestro avance. Apenas empleamos 50 minutos en recorrer los últimos 42 kilómetros de pista.

En el extremo norte de la ruta 35

En el extremo norte de la ruta 35.

A las dos de la tarde, llegábamos al extremo norte de la carretera 35. Aún quedaban 5 kilómetros por la carretera 731, antes de incorporarnos a la Ring Road, pero éstos ya estaban asfaltados. Al final, sin contar los dos desvíos, habíamos tardado aproximadamente cuatro horas y media en recorrer los 151 kilómetros de carretera no asfaltada. Cuando el coche volvió a rodar sobre firme liso, las emociones se agolparon en mi cabeza. Por un lado, alivio. Por fin dejábamos de dar botes, de levantar polvo y de tener que estar concentrados en la conducción. Por otro, satisfacción. Habíamos logrado atravesar Islandia por el interior, lejos de sus rutas más trilladas, mientras disfrutábamos de unos paisajes impresionantes. Pero, por encima de todo, me invadió la melancolía. Regresábamos al mundo normal. La única forma de apaciguarla fue comenzando a soñar con nuevos retos, en la región más salvaje e inhóspita de Islandia.

Para ampliar la información:
En https://depuertoenpuerto.com/doce-dias-en-islandia/ se puede ver el itinerario completo de nuestro viaje alrededor de Islandia en el verano de 2020.

Quien se vaya a adentrar por primera vez en las Tierras Altas de Islandia, puede encontrar información útil sobre la conducción por la zona en otra entrada de este mismo blog: https://depuertoenpuerto.com/conducir-en-islandia-las-tierras-altas/.

El blog En algún lugar tiene una buena entrada sobre la ruta: https://www.notasdealgunlugar.com/highlands-islandia/.

También se puede encontrar alguna información en Islandia 24: https://www.islandia24.com/ruta-de-montana-highland-route-la-ruta/.

En inglés, hay una entrada sobre la carretera en Hit Iceland: https://hiticeland.com/kj%C3%B6lur-drive-is-the-best-highland-road-trip-in-iceland.

Antes de aventurarse en cualquier pista de las Tierras Altas, es necesario consultar el mapa en https://safetravel.is/conditions.

También es recomendable visitar la página http://www.road.is/travel-info/condition-and-opening-of-mountain-roads/.