En la costa meridional de los Fiordos del Oeste, frente al gran Breiðafjörður, encontraremos una de las playas más bellas de Islandia. Belleza que se ve realzada por un remoto emplazamiento y por el extraño color de la arena. En una isla famosa por sus playas negras, los doce kilómetros de Rauðisandur son uno de los mejores ejemplos de playa de arena clara que podemos encontrar, fruto tanto de la peculiar geología de la zona más antigua de Islandia, como de los ricos fondos marinos del gran fiordo que forma su flanco sur.

Carretera 614 llegando a Rauðisandur

Carretera 614 llegando a Rauðisandur.

En nuestro lento peregrinar, de norte a sur, por los Fiordos del Oeste, Rauðisandur era la última visita de nuestro quinto día en la región. Aunque llegábamos a la playa desde los cercanos acantilados de Látrabjarg, con los que la playa linda por su extremo occidental, nos llevó una hora y media recorrer los 50 kilómetros que separan el aparcamiento junto a Bjargtangarviti de la diminuta iglesia de Saurbæjarkirkja, nuestra primera escala en Rauðisandur. A los vericuetos de la pista de tierra, se unieron las espléndidas vistas, que nos hicieron parar más de una vez.

Saurbæjarkirkja

Saurbæjarkirkja.

Hay indicios de una iglesia en Saurbæjarkirkja desde al menos el siglo XV. Pero aquel templo, con paredes de turba, fue derribado en 1869. En su lugar construyeron un edificio de madera, que resultó ser mucho menos longevo que su antecesor. Fue destruido por un temporal en 1966. El solar quedó vacío hasta que, en 1982, se levantó otro templo. Pero éste no era nuevo. En realidad, era la antigua iglesia de Reykhólar, desmontada en 1963 para dejar hueco a otra de mayor tamaño. Un magnífico ejemplo de reciclaje de edificios, que hasta hace poco era bastante común en Islandia, donde la crónica escasez de madera obligaba a sus habitantes a aguzar el ingenio.

Pastando junto a Rauðisandur

Pastando junto a Rauðisandur.

Desde la iglesia, partía una senda en dirección al lejano mar, oculto tras un banco de arena. Al principio, avanzaba entre praderas y marismas, por las que pastaban tranquilamente varias ovejas. El entorno era asombrosamente bucólico y la tarde espléndida, sin viento y con una temperatura bastante agradable. Algo muy poco habitual en los Fiordos del Oeste. Por ponerle una pega al día, la misma bruma difusa que nos había acompañado en Látrabjarg seguía enturbiando la atmósfera, privándonos de un horizonte nítido y difuminando los acantilados que flanquean la playa en sus dos extremos.

Arena roja en Rauðisandur

Arena roja en Rauðisandur.

El sendero, de más de kilómetro y medio de longitud, bordeaba una zona de playa que se inunda en marea alta. Nosotros llegábamos prácticamente en la bajamar, por lo que la encontramos completamente seca. Resultó ser la parte de la playa con los colores más intensos. Comúnmente se piensa que Rauðisandur hace referencia a la arena roja que, al menos parcialmente, cubre la playa. Pero hay otra hipótesis, según la cual ésta debería su nombre a Ármóður Þorbjarnarson, el primer poblador de la zona, también conocido como Ármóður rauði (Ármóður el rojo).

En la orilla de Rauðisandur

En la orilla de Rauðisandur.

Tras un paseo tan largo como agradable, finalmente llegamos a la orilla del mar. Kilómetros de arena virgen, sin ninguna huella humana, se extendían hacia el oeste, fundiéndose a lo lejos con los acantilados de Látrabjarg. La gran acumulación de arena de Rauðisandur debe su origen al sistema de corrientes del Breiðafjörður. Los fondos marinos situados al norte de Stykkishólmur, en la orilla septentrional de Snæfellsnes, son especialmente ricos en moluscos. Desde allí, las corrientes fluyen hacia el norte, arrastrando los restos triturados de las conchas y llenando la costa al oeste de Vatnsfjörður de playas de fina arena. Por algún motivo que se desconoce, la proporción de restos de vieiras es mayor en Rauðisandur que en las playas circundantes, dando a la playa su tono característico.

Regresando a Saurbæjarkirkja

Regresando a Saurbæjarkirkja.

Después de pasear durante un buen rato por la orilla, decidimos emprender el regreso. Comenzaba a subir la marea y no queríamos arriesgarnos a quedar atrapados en la parte exterior de la playa. No éramos los únicos preocupados por la llegada de la pleamar. Otra pareja, la única con la que coincidimos en la larga caminata, se nos había adelantado.

La marea llega a Rauðisandur

La marea llega a Rauðisandur.

En el camino de regreso, nos encontramos con que la parte central de la playa, algo más baja, comenzaba a inundarse. Apenas cubría y, mas que un problema, resultó ser un entretenimiento. Era interesante ver cómo el mar invadía lentamente la playa, creando efímeros riachuelos y curiosas texturas en la arena. De todos modos, en cualquier visita a la parte occidental de Rauðisandur hay que tener en cuenta el horario de las mareas, ya que éstas pueden superar los 2 metros, cortando la ruta directa al banco exterior de arena. Además, la zona más rojiza queda bajo las aguas, robando a la playa parte de su atractivo.

Rauðisandur desde Melanes

Rauðisandur desde Melanes.

Pero aún no habíamos terminado nuestra visita a Rauðisandur. Tras regresar junto a Saurbæjarkirkja, un breve trayecto en coche, de apenas seis kilómetros, nos llevó al extremo oriental de la playa, en las inmediaciones de un lugar llamado Melanes. Aquí, una senda avanzaba sobre el borde inferior de las montañas que cierran la playa por el este. La pequeña elevación era suficiente para ofrecer una vista del gran arenal que forma ese extremo de la playa. Pero ésta carecía del hermoso tono rojizo que habíamos disfrutado unos minutos atrás. Además, resultó estar bastante más concurrida, con la arena llena de pisadas y hasta rodadas de vehículos. Quizá influyera la existencia en las inmediaciones de una zona de acampada.

En el extremo oriental de Rauðisandur

En el extremo oriental de Rauðisandur.

En cualquier caso, acabamos llegando a un lugar donde la senda permitía descender hasta la playa. Dimos un paseo por la arena, que acabó siendo bastante breve. Aunque estábamos apenas a 34 kilómetros de Patreksfjörður, comenzaba a hacerse tarde y estábamos cansados, tras un intenso día recorriendo el extremo meridional de los Fiordos del Oeste. Pero el factor determinante para partir fue que esa parte de Rauðisandur, aunque agradable, no era rival para el hermoso arenal que habíamos visitado frente a Saurbæjarkirkja. Si tienes la suerte de visitar la playa, pero no dispones de demasiado tiempo, te recomiendo recorrer su parte occidental. Aquella que hace honor a su nombre.

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Para ampliar la información:

Viajablog tiene una buena entrada sobre la playa: https://www.viajablog.com/visita-playa-raudasandur-islandia/.

En inglés, muy interesante el post en Full Suitcase: https://fullsuitcase.com/raudisandur-iceland/.

Guide to Iceland tiene un largo artículo sobre la playa: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/rauisandur-beach-in-the-westfjords.

En https://www.worldbeachguide.com/iceland/raudisandur-beach-tide-times.htm se pueden consultar los horarios de las mareas.