Si hay un lugar popular en las Tierras Altas de Islandia, es Landmannalaugar. A su espectacular belleza, une un acceso relativamente sencillo, a menos de 200 kilómetros del centro de Reikiavik, de los cuales tan solo los últimos 26 están sin asfaltar. Siempre que no hagas caso a Google, que en ocasiones se empeñará en desviarte por la F225, un «atajo» que en realidad es una pista de dificultad media, en la que hay que vadear varios ríos.

Laugahraun

Laugahraun.

Landmannalaugar tiene una historia geológica complicada, ligada a la del Torfajökull, un volcán situado aproximadamente 10 kilómetros más al sur. Se cree que el volcán lleva activo un mínimo de 400.000 años, aunque algunas estimaciones duplican dicha cifra. Durante este periodo, ha creado una de las áreas de riolita más extensas de la isla. Además, el Torfajökull también ha expulsado lava basáltica, como la que se puede apreciar cerca del centro de visitantes, originada en 1477. El resultado de tan variada actividad es una zona increíblemente diversa, en la que se mezclan campos de negra lava, montañas de extraños colores, zonas de aguas geotermales o verdes praderas pantanosas. Todo en medio de un relieve que, en realidad, esconde una de las mayores calderas volcánicas de Islandia.

Montañas más allá del Jokulgilskvisl

Montañas más allá del Jokulgilskvisl.

Llegamos a Landmannalaugar demasiado tarde. Entre el viaje desde Selfoss, una parada en Sigoldufoss y el tiempo que perdimos decidiendo si vadeábamos el Namskvisl o utilizábamos el puente peatonal, había pasado el mediodía cuando quisimos comenzar nuestro recorrido. No contento con este error, tampoco había estudiado con el detalle necesario la zona, por lo que no era del todo consciente de sus dimensiones. Para colmo, salimos del coche con poco agua y demasiada ropa. Este cúmulo de equivocaciones, acabaron condicionando una visita que, por lo demás, acertamos a hacer en un día de verano tan espléndido como inusual en la habitualmente brumosa Islandia.

Vista al norte del sendero

Vista al norte del sendero.

Nuestra idea inicial era completar la ruta conocida como Brennisteinsalda. Un sendero circular de 6,5 kilómetros, que atraviesa varios de los lugares más interesantes de Landmannalaugar, además de ascender hasta una de sus cimas, desde donde hay una impresionante perspectiva. El camino arrancaba junto al centro de visitantes, adentrándose en el campo de lava de Laugahraun. Pronto surgió el primer problema. Si en Islandia suele ser complicado avanzar sin sucumbir a los encantos del paisaje circundante, en Landmannalaugar era virtualmente imposible. Las paradas eran continuas y no podíamos resistirnos a tomar cada uno de los desvíos que llevaban a los distintos miradores. Avanzábamos a paso de tortuga por un paisaje que parecía de otro mundo, abrumados por tal cantidad de estímulos visuales que éramos incapaces de fijar nuestra atención en alguno de ellos.

Vondugiljaaurar

Vondugiljaaurar.

Llegar a Vondugiljaaurar fue un descanso para nuestros sentidos. La belleza del lugar era indudable, pero la verde pradera que tapizaba el valle otorgaba al paisaje un aspecto más cotidiano. Tuvimos la sensación de regresar al planeta Tierra, tras nuestra excursión por mundos remotos. Poco después tomamos el estrecho sendero lateral que recorría el sur del valle, justo por encima del área encharcada. Aquí nos encontramos un nuevo problema, en forma de una zona cubierta de nieve congelada que tardamos bastante en atravesar. En realidad, podíamos haberla rodeado descendiendo al fondo del valle, pero cuando nos dimos cuenta era demasiado tarde. Acabamos llegando al comienzo de la ascensión al Brennisteinsalda cerca de las tres de la tarde. No teníamos muy claro cuánto nos quedaba de camino ni la dificultad de éste. En vista de lo que habíamos tardado en llegar hasta allí, decidimos dar media vuelta y hacer una ruta más corta. Fue el último error del día y el peor de todos, ya que en realidad acabamos andando prácticamente lo mismo que si hubiéramos realizado el ascenso.

El Blahnúkúr, más allá de Laugahraun

El Blahnúkúr, más allá de Laugahraun.

Regresamos al camino principal, esta vez esquivando la nieve por la parte encharcada del valle. Avanzábamos por un amplio sendero, con el Laugahraun a nuestra izquierda y las empinadas laderas del Brennisteinsalda a la derecha. Todo ello rematado por la mole grisácea del Blahnúkúr que, con 945 metros de altura, sobresalía por encima de la amorfa masa de lava. De nuevo nos pareció haber abandonado nuestro planeta.

Fumarola junto a Laugahraun

Fumarola junto a Laugahraun.

Sensación que se fue incrementando según llegábamos a un área geotermal especialmente activa, junto a parte superior de Laugahraun, donde el característico olor a huevos podridos de las emanaciones sulfúricas llenaba el ambiente. Los gases brotaban del suelo, formando penachos fantasmagóricos. El terreno estaba salpicado de manchas blanquecinas, fruto de las emanaciones subterráneas. En otras zonas, la elevada temperatura del suelo, que podía superar los 80°C, favorecía el crecimiento de musgos.

A los pies del Brennisteinsalda

A los pies del Brennisteinsalda.

Al final, acabamos llegando al mismo lugar que si hubiéramos ascendido al Brennisteinsalda desde el fondo de Vondugiljaaurar. Una senda sinuosa serpenteaba monte arriba. Recorrimos su tramo inicial, pero pronto se hizo evidente que no podríamos corregir el error cometido una hora antes. Llegamos hasta un pequeño rellano, desde el que disfrutamos de un magnífico panorama, y comenzamos el camino de regreso.

Atravesando Laugahraun

Atravesando Laugahraun.

Éste lo hicimos por la senda que recorre la parte sur de Laugahraun, bordeando el cañón del Grænagil. Contra todo pronóstico, acabó siendo la parte más dura del recorrido. El Laugahraun es un campo de lava especialmente caótico, en el que su dura lava basáltica hacía complicado avanzar. En ocasiones, el sendero parecía desaparecer completamente, obligándonos a trepar entre los brillantes bloques de lava, mientras buscábamos el siguiente poste que indicara el camino a seguir.

Grænagil desde Laugahraun

Grænagil desde Laugahraun.

En algunas secciones, la senda se acercaba al borde del Grænagil, permitiendo contemplar el abrupto barranco. El río Brennisteinsoldukvisl rugía entre las rocas del fondo, que apenas podíamos ver. Mientras, los desprendimientos en la ladera del Blahnúkúr eran continuos, delatados por los penachos de polvo que levantaban. Una vez más, la joven y cambiante geología de Islandia mostraba su cara más salvaje.

Ladera del Blahnúkúr

Ladera del Blahnúkúr.

Al final, la senda descendía al fondo del cañón, por una precaria escalera tallada en la dura lava. Poco a poco, Grænagil se fue abriendo y la estrecha senda se convirtió en una cómoda pista. Frente a nosotros, la mole grisácea del Blahnúkúr, con sus extrañas formaciones, dominaba completamente nuestro campo visual. En realidad, Blahnúkúr quiere decir pico azul. Pero a mí me parecía gris. Quizá se debiera al contraste con un cielo que, cada vez más libre de nubes, mostraba un azul intenso como pocas veces he podido ver en Islandia.

Saliendo de Grænagil

Saliendo de Grænagil.

Finalmente, llegamos al final del cañón, marcado por un farallón rocoso que, esta vez si, me pareció ser de un extraño tono azul verdoso. Más allá, se extendía una amplia llanura pedregosa, formada por la unión de tres ríos: el Brennisteinsoldukvisl, el Brandsgilskvisl y el Jokulgilskvisl. Una senda serpenteaba por la llanura camino éste último, famoso por el colorido de las montañas que lo enmarcan. No puedo ni imaginar cómo será, para destacar en un lugar como Landmannalaugar.

Montañas de Landmannalaugar

Montañas de Landmannalaugar.

Pero nuestro tiempo se agotaba, a la misma velocidad que nuestras fuerzas. De camino al hotel, en Hrauneyjar, aun queríamos hacer una última parada, para visitar Sigöldugljufur. Salimos de Landmannalaugar con cierto sabor agridulce, al no haber sido capaces de realizar la ruta planeada. Visto con la perspectiva que da el tiempo, fue un día magnífico. Tuvimos muchísima suerte con las condiciones atmosféricas, en una jornada con un sol espléndido y casi sin viento. Una rareza en Islandia, que nos permitió disfrutar en todo su esplendor de uno de los lugares más hermosos de toda la isla.

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Para ampliar la información:

En https://depuertoenpuerto.com/doce-dias-en-islandia/ se puede ver el itinerario completo de nuestro viaje alrededor de Islandia en el verano de 2020.

Respecto al acceso, la ruta tradicional, desde el oeste y el norte, se puede ver en este mismo blog en https://depuertoenpuerto.com/de-selfoss-a-hrauneyjar/.

Hay otro camino, mucho más interesante pero también bastante más complicado, que llega directamente desde la costa sur: https://depuertoenpuerto.com/en-la-f208/.

Siendo Landmannalaugar un lugar especialmente popular, es posible encontrar una auténtica avalancha de información en Internet. El problema es dar con vínculos de calidad.

El blog Viajeros 3.0 tiene una larga e informativa entrada: https://viajeros30.com/2019/12/11/trekking-landmannalaugar-ruta-senderismo/.

También interesante el post en De mayor quiero ser mochilera: https://www.demayorquierosermochilera.com/2018/12/landmannalaugar-por-libre-que-hacer-como-llegar-islandia.html.

En inglés, hay una guía muy completa en Earth Trekkers, muy útil para quien visita el lugar por primera vez: https://www.earthtrekkers.com/landmannalaugar-best-hikes-for-first-time-visitors/.

A partir del verano de 2024, si vas con tu propio vehículo será obligatorio realizar una reserva previa en el aparcamiento. Puedes informarte en https://ust.is/english/the-agency/news/newsitem/2024/02/06/Booking-system-implemented-in-Landmannalaugar-for-the-2024-season.

Quien quiera ir en un tour organizado puede encontrar una descripción en Guide to Iceland: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/landmannalaugar-the-pearl-of-the-central-highlands.

El autobús/tienda que opera junto al camping tiene una web con información práctica, aunque parece estar algo desactualizada: http://www.landmannalaugar.info.