En cualquier lugar situado sobre la línea imaginaria del círculo polar ártico (o antártico) hay un día al año en el que no se pone el sol. El número de días sin ocaso crece según nos adentramos en el norte. Por ejemplo, en la latitud de la capital de Svalbard, el astro rey permanece visible entre el 19 de abril y el 23 de agosto. Pero contemplar el fenómeno no resulta tan sencillo como pudiera parecer a priori. En primer lugar, para lograr ver el sol deslizándose sobre el horizonte, sin llegar a ocultarse, hace falta acertar con un día sin nubes. Algo que, en latitudes árticas, puede ser complicado. También hay que encontrarse en un lugar con una vista despejada hacia el norte. Lo que, en la montañosa Noruega, no siempre se logra.

En el puerto de Tromsø

En el puerto de Tromsø.

Tras pasar cinco días en Troms, había llegado el momento de comenzar el segundo capítulo de nuestro viaje del verano de 2022, durante el que navegaríamos por el Atlántico Norte, visitando alguna de las remotas islas del Ártico profundo. Embarcamos en el SH Vega minutos antes de las tres de una espléndida tarde de verano, completamente impropia de aquellas latitudes. Mientras esperábamos la hora de zarpar, aprovechamos para acomodarnos en el camarote, explorar el barco y ver, desde sus cubiertas, el trajín del puerto de Tromsø. Finalmente, sobre las siete y media, el SH Vega soltaba amarras. Empezaba nuestra singladura hacia el norte.

Navegando hacia Sandnessundbrua

Navegando hacia Sandnessundbrua.

Singladura que comenzó navegando hacia el sur, para evitar pasar bajo el Tromsøbrua. Tras rodear Sydspissen, en el extremo meridional de Tromsøya, el SH Vega describió una amplía curva, virando hacia el norte para navegar bajo el Sandnessundbrua, cuyo arco central tiene un vano de 120 metros y un gálibo de 41 metros sobre el nivel de la pleamar.

Kvalsundet, entre Kvaløya y Ringvassøya

Kvalsundet, entre Kvaløya y Ringvassøya.

Una vez dejamos atrás el puente y el extremo septentrional de Tromsøya, seguimos avanzando por Grøtsundet, con rumbo noreste. El estrecho tiene 25 kilómetros de longitud y entre 4 y 5 de ancho. Es la principal vía de navegación hacia Tromsø y un buen ejemplo de lo subjetivos que son los topónimos, también en Noruega. ¿Porqué es un estrecho y no un fiordo, en el sentido escandinavo del término? Me hacía la misma pregunta cada vez que alcanzábamos alguno de los brazos de mar que, entre las grandes islas exteriores de Troms, comunican Grøtsundet con mar abierto.

Langsundet, entre Ringvassøya y Reinøya

Langsundet, entre Ringvassøya y Reinøya.

Mientras avanzábamos hacia el noreste, íbamos dejando a babor las islas que habíamos recorrido durante nuestra segunda jornada en Troms. Kvaløya, Ringvassøya y Reinøya se deslizaban lentamente frente a las cubiertas del SH Vega. El sol, cada vez más bajo sobre el horizonte, comenzaba a ocultarse temporalmente cada vez que navegábamos al sur de una montaña algo más elevada. Aunque era la sexta vez que lo recorría, el paisaje me resultaba completamente nuevo, hasta el punto de ser incapaz de reconocer los lugares por los que había conducido tan solo unos días atrás. Las otras veces que había visitado la zona también había sido en barco, siempre de noche o con las nubes extraordinariamente bajas. En cierto modo, era como si recorriera Grøtsundet por primera vez.

Llegando al Ullsfjorden

Llegando al Ullsfjorden.

Quince minutos antes de las diez llegábamos al Ullsfjorden, el gran fiordo que se adentra 75 kilómetros entre las montañas de Troms, formando el límite occidental de la península de Lyngen. Contemplar desde occidente los espléndidos Alpes de Lyngen era uno de esos objetivos elusivos que, por una u otra razón, nunca había logrado. Aquella tarde, con un sol espléndido, bajo un cielo limpio y despejado como pocas veces había visto en el Ártico noruego, por fin lo iba a lograr.

Alpes de Lyngen

Alpes de Lyngen.

Sin embargo, la cadena montañosa me decepcionó. Sin duda era hermosa, pero creo que fue un caso claro de exceso de expectativas. Había tenido la suerte de ver su lado oriental en invierno, durante un recorrido en autobús entre Skjervøy y Tromsø. El costado occidental me pareció menos agreste. Lo cual, junto a la casi completa ausencia de nieve, acabó haciéndolo menos atractivo.

Kågsundet

Kågsundet.

Aunque, siendo sincero, el entorno era todo lo hermoso que uno puede esperar en la Noruega ártica. Tras dejar atrás Nordklubben, en el extremo septentrional de la península de Lyngen, hacia oriente se extendía un laberinto de mar y roca, cada vez más difuminado entre la bruma. Eran las aguas del Kågsundet, por las que navegan los buques de Hurtigruten camino del extremo oriental de Noruega. Pero, una vez más, siempre que las había atravesado había entre las sombras de la noche. En aquel momento, ni siquiera fui capaz de reconocer el extremo norte de Skjervøy, asomando tímidamente tras los contrafuertes septentrionales de Kågen.

El sol más allá de Vannøya

El sol más allá de Vannøya.

Mientras tanto, hacia el costado de babor, continuaba el festival de atardeceres. El sol, cada vez más bajo sobre el horizonte, se “ponía” detrás de cada cima, para volver a “salir” unos minutos más tarde, cuando la misma montaña había quedado atrás. Los colores se iban tornando más propios del ocaso. La tarde cada vez resultaba más hermosa.

Abarloándose al SH Vega

Abarloándose al SH Vega.

Cerca de las once, vimos una lancha aproximándose por el costado de estribor. Venía a recoger al práctico, que pilotaba el barco desde el puerto de Tromsø. La lancha pasó a escasa distancia de nuestra popa, para abarloarse a babor del SH Vega. Siempre me ha llamado la atención la maniobra, no exenta de cierto riesgo, sobre todo en el momento en que el práctico salta de una embarcación a otra. En este caso sin mayor problema, pues apenas había oleaje.

Spena y Nord-Fugløya

Spena y Nord-Fugløya.

Tras la marcha del práctico, tan solo la isla de Nord-Fugløya se interponía entre nosotros y el mar abierto. Una isla, deshabitada desde mediados del siglo XX, con 21 kilómetros cuadrados de superficie. Sus grandes colonias de aves, entre las que destaca la mayor concentración de águilas marinas de Europa, hicieron que el gobierno noruego la declarara en 2004 reserva natural. Con una altura máxima de 753 metros sobre el nivel del mar, la oscura silueta de su mole de roca se recortaba sobre un horizonte de tonos anaranjados.

Amanece tras Spena

Vuelve a amanecer tras Spena.

El sol seguía deslizándose sobre el mar, con una trayectoria cada vez más horizontal. Tan bajo, que bastaba un simple escollo, levantando unos metros sobre las aguas, para crear una puesta de sol aparente, seguida unos minutos más tarde por otro falso amanecer. El espectáculo era tan hermoso como hipnótico.

Entre Spena y Nord-Fugløya

Entre Spena y Nord-Fugløya.

El propio desplazamiento del barco aceleraba la interminable sucesión de ocasos y albas. El mar, asombrosamente calmado, había adquirido un extraño tinte, que solo acierto a describir como “azul asalmonado”. Justo sobre el horizonte, una delgada línea brillante marcaba la división entre el agua y el cielo. Sobre ésta, la atmósfera mostraba un hermoso degradado, comenzando con tonalidades cálidas en la parte baja, para alcanzar un frío azul, que se iba adueñando lentamente de las alturas.

Atardecer junto a Nord-Fugløya

Atardecer junto a Nord-Fugløya.

El SH Vega avanzaba hacia el norte lentamente, sin la menor prisa, dejándose mecer por el escaso oleaje. Parecía que el buque se estuviera recreando con la serena belleza del momento. Mientras, el sol seguía deslizándose hacia la silueta, cada vez más prominente, de Nord-Fugløya. Ahora rozaba levemente el horizonte. Navegábamos muy cerca del extremo meridional de la isla, por lo que tardaríamos un tiempo en dejar el enorme peñasco atrás. ¿Sería ésta la última puesta de sol de la tarde?

Extremo meridional de Nord-Fugløya

Extremo meridional de Nord-Fugløya.

Era difícil dar una respuesta. A la dificultad de precisar nuestra posición exacta, se unía el continuo movimiento del barco, que cada vez se adentraba en aguas más septentrionales. Durante unos largos minutos, vimos cómo la silueta de la isla bloqueaba buena parte del horizonte. El fuerte contraluz hacía difícil apreciar las características de Nord-Fugløya, difuminadas por la penumbra. En cualquier caso, la isla carecía de árboles y tan solo en su extremo septentrional pudimos apreciar la existencia de un edificio solitario.

Se acerca la medianoche

Se acerca la medianoche.

Finalmente, tras más de quince minutos navegando en paralelo a Nord-Fugløya, media hora antes de la medianoche, volvió a «salir» el sol. Esta vez, algo más de la mitad de su circunferencia permanecía oculta bajo el horizonte. Pero allí seguía, tiñendo con tonos anaranjados una fina franja de la bóveda celeste.

Crepúsculo en el norte de Noruega

Crepúsculo en el norte de Noruega.

Mientras tanto, a nuestra popa, los últimos contrafuertes de la costa septentrional de Noruega seguían difuminándose entre la bruma. Las cimas, en ocasiones nevadas, aun recibían los postreros rayos de un sol cada vez más débil, que pintaban sus laderas con sutiles tintes rosáceos. Más cerca, la única casa de Nord-Fugløya era poco más que un punto blanco, entre un mar cada vez más grisáceo y una ladera de un verde ceniciento. Más allá de su serenidad, la imagen me trasmitía una extraña sensación de melancolía. Dejábamos atrás la civilizada Europa, para adentrarnos en la inmensidad del Ártico, cerca del límite entre el océano Atlántico y el mar de Barents.

Después de la medianoche

Después de la medianoche.

Pero el auténtico espectáculo estaba en proa. Regresamos a la cubierta 7, sobre el «Swan’s Nest». El sol seguía deslizándose sobre el horizonte. Llegó la medianoche y, pese a estar a finales de julio, lejos ya del solsticio de verano, se resistía a ponerse. Unos minutos más tarde, era evidente que su tamaño comenzaba a crecer sobre las aguas, aunque de forma casi inapreciable para una cámara. Estábamos a poco más de 70º de latitud norte. Aunque no tenía muy claro el itinerario del crucero (en ese momento, nadie lo conocía con certeza), sí tenía la intuición de que, de un modo u otro, llegaríamos a los 80º. El día había sido largo y, a la mañana siguiente, estaba prevista una escala en Bjørnøya, por lo que era un buen momento para ir a descansar. Pensé que ya tendríamos tiempo, en los días siguientes, de volver a ver el sol de medianoche, aun más alto sobre el horizonte. El Ártico no estaría de acuerdo.

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Para ampliar la información.

Artículo sobre el sol de medianoche en la web oficial de turismo de Noruega: https://www.visitnorway.es/que-hacer-en-noruega/atractivos-naturales/sol-de-medianoche/.

Se puede ver un breve video de mi primera travesía por Ullsfjorden y Grøtsundet, en una jornada muy distinta, en https://www.youtube.com/watch?v=1bOumXcwgfc.

En inglés, en https://www.karlsoy.kommune.no/bird-safari-to-nord-fugloey.6059192-441453.html es posible encontrar información sobre el avistamiento de águilas en Nord-Fugløya.