La isla de Senja, con 1.586 km², es la segunda mas extensa de la Noruega continental. En cambio, su población no llega ni a las 8.000 personas. Menos de cinco habitantes por kilómetro cuadrado. La provincia de Soria, el paradigma de la España vaciada, tiene casi el doble. Incluso descontando de la ecuación los habitantes de la ciudad de Soria, la densidad de Senja seguiría siendo inferior. Su escasa población, concentrada además en el este de la isla, es uno de los motivos de sus complicadas comunicaciones. El otro, sobre todo en su costa noroccidental, es su escarpada orografía. El relieve de Senja se eleva según avanza hacia mar abierto, alcanzando los 1.017 metros de altitud en el Breidtinden. El noroeste de la isla es uno de los paisajes más agrestes del Ártico noruego. En verano, un mosaico de fiordos, montañas, cascadas y vegetación de un verde rabioso, rezumando agua por todos sus poros.

Okshornan desde el sur

Okshornan desde el sur.

A pesar de lo cual, Senja es poco conocida fuera de Noruega. El gobierno del país ha querido remediarlo, creando una ruta turística dotada de diversas infraestructuras, a la vez que intenta popularizar el eslogan «Noruega en miniatura» que, en mi modesta opinión, puede ser un tanto exagerado. En cualquier caso, creo que el mayor problema de Senja para consolidarse como destino turístico, más allá de sus complicadas carreteras, es la cercanía de las Lofoten. Resulta difícil competir con uno de los archipiélagos más hermosos del mundo.

Granjas en Solberg

Granjas de Solberg desde el Kong Harald, en febrero de 2020.

Había navegado frente a Senja en tres ocasiones, todas ellas en invierno, mientras atravesaba el estrecho de Gisund en los barcos de Hurtigruten. Aunque una de ellas había sido durante la noche y otra en medio de una intensa nevada, pude contemplar desde el barco las costas del sur y el este de la isla. Hermosas, pero en absoluto excepcionales en la deslumbrante Noruega. Un paisaje de bosques nevados y pequeñas granjas aisladas, con lejanas montañas como telón de fondo.

Okshornan desde el noreste

Okshornan desde el noreste.

Esta vez, Senja era el objetivo prioritario de nuestra estancia de cinco días en Troms. Una especie de aperitivo, antes de embarcar en el SH Vega rumbo al profundo norte. En cualquier caso, decidimos no dormir en la isla. Por una parte, no logramos encontrar alojamiento a un precio razonable. Además, preferíamos estar en una zona menos periférica, por si el clima se complicaba. Al final, decidimos repartir las noches de hotel entre Tromsø y Sommarøy. Desde esta última, intentaríamos ir al menos una vez en ferry a Senja. Dos, si las circunstancias nos eran favorables. Como ya temíamos, tuvimos que abortar la primera tentativa, en medio de una jornada increíblemente lluviosa. Al día siguiente, hicimos un segundo intento.

Brensholmen

Brensholmen.

Llegamos a Brensholmen casi media hora antes de la hora de zarpar. Queríamos asegurarnos una plaza en el ferry, aunque finalmente nuestros temores resultaron infundados. Apenas había media docena de vehículos esperando. La mañana era gris y lluviosa, pero la previsión era de una progresiva mejoría, según avanzase el día. En cualquier caso, una jornada apacible, comparada con el diluvio del día anterior. Mientras esperábamos, matamos el tiempo curioseando por el desolado muelle y observando en Marine Traffic la posición del Skutvik en tiempo real.

En la cubierta del Skutvik

En la cubierta del Skutvik.

Zarpamos quince minutos antes de las 10. El Skutvik era un ferry ro-ro. Se entra con el vehículo por un extremo del buque, en este caso la proa, y se sale por el contrario. Construido en 1972, estaba lejos de ser uno de los inmaculados barcos que navegan por el sur de Noruega. Su aspecto era decrépito, incluso comparándolo con los ferris que había encontrado aún más al norte, durante mi improvisado trayecto entre Skjervøy y Tromsø, en el invierno de 2020. Al fin y al cabo, estábamos en una ruta secundaria, entre dos islas relativamente remotas del Ártico noruego.

Llegando a Botnhamn

Llegando a Botnhamn.

En cualquier caso, en cuanto el ferry zarpó, subimos a cubierta. Según tomaba velocidad y comenzaba a sentir en mi cara el viento fresco y cargado de humedad, me embargó una extraña sensación de felicidad. Aunque era un trayecto corto, por fin volvía a navegar, casi treinta meses después de mi anterior viaje al Ártico noruego. Tras la pesadilla de la pandemia, aquel momento significaba la confirmación del regreso a la normalidad. Al final, acabé pasando los 40 minutos de travesía en cubierta, pese a que ni las condiciones atmosféricas ni el paisaje, en gran parte oculto por las nubes bajas, eran especialmente favorables.

Frente a Traelvika

Frente a Traelvika.

Nuestro principal objetivo en la isla era hacer una excursión desde Fjordgård hasta el collado que separa los montes Hesten y Segla. Una de las vistas más espectaculares de la Noruega ártica. Pero, con las nubes tan bajas, no tenía sentido intentarlo. La previsión era de una gradual mejoría. Para hacer tiempo, decidimos desviarnos por la carretera 7886 hasta la pequeña Husøy. La carretera iba tomando altura, por un valle completamente despoblado. Antes de entrar a su único túnel, hicimos una breve pausa en un mirador sobre Traelvika. Al otro lado de la ensenada, podíamos ver el extremo septentrional de Fjordgård y, sobre éste, el collado. Pero tanto la cima del Hesten como la del Segla permanecían ocultas tras las nubes. Al igual que buena parte del paisaje circundante. Nos internamos en el túnel, con la sensación de haber tomado la decisión correcta.

Tras atravesar el túnel, la carretera descendía vertiginosamente hacia Husøy. La pequeña isla, en la costa oriental del Øyfjorden, componía una hermosa estampa, con las aguas del fiordo perdiéndose a lo lejos entre la bruma. En una de las revueltas, había un lugar perfecto para hacer una breve pausa. Pero preferí pasar de largo. Ya nos detendríamos a la vuelta. Pese a ser mi quinto viaje al Ártico, olvidé una de sus reglas: nunca desprecies una foto pensando que, en un rato, las condiciones van a ser más favorables.

Velero en el Øyfjorden

Velero en el Øyfjorden.

La isla de Husøy apenas tiene 11 hectáreas de superficie, habitadas por 285 personas. En la actualidad, está unida a Senja por un dique, que hace a la vez de carretera y de defensa del puerto pesquero. Puerto que es la principal fuente de riqueza del lugar. Nos encontramos la isla como Madrid en tiempos de Gallardón: llena de obras. Logramos encontrar un hueco entre dos zanjas donde aparcar el coche, pero apenas dimos un breve paseo por sus calles. El lugar, que en condiciones normales debe ser un remanso de paz, no resultaba demasiado agradable. El ruido de una excavadora se unió al de varios martillos neumáticos para hacernos salir corriendo.

Husøy entre la niebla

Husøy entre la niebla.

La 7886 es una carretera sin salida. De regreso, nos detuvimos en el mirador que habíamos dejado de lado durante la bajada. En ese momento, nos dimos cuenta de que el día estaba cambiando y no precisamente a mejor. El hermoso paisaje que habíamos visto tan solo 30 minutos antes había desaparecido y apenas éramos capaces de distinguir Husøy, que se desvanecía por momentos entre la niebla.

Obras en Mefjordveien

Obras en Mefjordveien.

En esas condiciones, aun tenía menos sentido hacer la excursión desde Fjordgård. En su lugar, decidimos seguir por la 862 hacia el oeste y dejar la vista sobre el Segla para el regreso. Apenas unos metros mas allá del desvío de la 7884, nos dimos de bruces con un cartel improvisado: la carretera estaba cortada por obras. Desde luego, aquel no era nuestro mejor día. Decidimos hacer una breve pausa junto al fiordo, en Mefjordbotn, y estudiar la situación con calma.

El Nordlys en Gisund

El Nordlys en Gisund.

Nuestro segundo objetivo del día era Tungeneset. En condiciones normales, apenas habríamos tenido que recorrer 20 kilómetros hasta su aparcamiento. Con la 862 cortada, tendríamos que dar un rodeo de 95. En cualquier caso, eran poco más de las once de la mañana. No íbamos a rendirnos tan pronto. Nos consolamos pensando que, de camino, conoceríamos el interior de la isla. El desvío nos llevó a la orilla del estrecho de Gisund. Estaba comentando con Olga mis travesías invernales con Hurtigruten por sus aguas cuando, a lo lejos, vi una silueta familiar. Resultó ser el Nordlys, navegando hacia el norte.

Niebla en Bergsbotn

Niebla en Bergsbotn.

Antes de llegar a Tungeneset teníamos que pasar por Bergsbotn, otro de los lugares emblemáticos de Senja. Decidimos hacer una pausa para estirar las piernas y contemplar el panorama. O mas bien intentarlo, pues la niebla ocultaba la mayor parte de la vista. En cualquier caso, esta vez hice una foto. Aunque apenas se veía el paisaje circundante y tendríamos que volver a pasar por el mirador, la situación podía empeorar. Y no estaba dispuesto a cometer el mismo error que en Husøy.

En el Steinfjordtunnel

En el Steinfjordtunnel.

Más allá de Bergsbotn la carretera descendía a la orilla del fiordo para, después de un brusco giro, atravesar el Steinfjordtunnel. Un túnel de 1.290 metros, que comunica Bergsfjorden con Steinfjorden y que resultó tener tan solo un carril. He atravesado varios túneles de este tipo en Islandia, pero allí apenas suele haber tráfico y jamás he visto problema alguno. Aquí nos metimos de lleno en un atasco, provocado una autocaravana que se había saltado el apartadero. Tardó casi quince minutos en lograr retroceder, dejando el paso libre para los que venían en sentido contrario.

Tungeneset.

Finalmente, sobre las dos menos cuarto de la tarde, logramos llegar a Tungeneset. Su mirador, con unas espléndidas vistas sobre Okshornan, era nuestro segundo objetivo del día. Aquí, al menos no fallamos, aunque tuvimos la mala fortuna de coincidir con un autobús cargado de turistas, que nos impidieron disfrutar del lugar con la debida tranquilidad.

La 862 en el Ersfjorden

La 862 en el Ersfjorden.

Tras visitar Tungeneset, teníamos dos opciones. Explorar el noroeste de la isla, acercándonos hasta Hamn, o recorrer el Mefjorden, que habíamos logrado entrever durante nuestra breve pausa en Mefjordbotn. Creo que fue el recuerdo de la paz que habíamos disfrutado mientras recorríamos su solitario muelle lo que nos empujó a decidirnos por la segunda opción. Aunque también ayudó la ausencia de tráfico en la carretera que se adentraba en el Ersfjorden. A partir de ese momento, nuestra suerte pareció dar un brusco giro. Ya iba siendo hora.

Mefjorden.

Creo que la visita a Mefjorden fue lo mejor del día. Pese a no poder recorrer la costa meridional del fiordo, tal como era nuestra intención inicial, al menos logramos disfrutar tranquilamente de sus agrestes paisajes. Que estos surgieran lentamente de entre la niebla, según avanzaba la jornada, contribuyó a dar un atractivo halo de misterio al entorno.
Desde Ersfjordstranda

Desde Ersfjordstranda.

De regreso del Mefjorden hicimos una breve pausa en Ersfjordstranda. Aunque la playa era atractiva, nuevamente nos encontramos en un entorno con cierto nivel de masificación. Su aparcamiento no estaba lleno, pero había gente por todas partes. Puede que su llamativo servicio público, conocido como Gulldasen (el aseo de oro) tenga parte de la culpa. Al menos, la fila para utilizarlo era bastante larga. Tras dar un paseo por la orilla de la playa, disfrutando a lo lejos de las vistas sobre Okshornan, seguimos nuestro camino.

Los montes Fuglan y Luttinden desde Bergsbotn

Los montes Fuglan y Luttinden desde Bergsbotn.

Aunque eran poco mas de las cuatro y media, para regresar al ferry teníamos que desandar nuestro largo rodeo por el interior de Senja. Además, nos preocupaba el Steinfjordtunnel, donde temíamos coincidir con un nuevo atasco. Esta vez hubo suerte y, pese a detenernos nuevamente junto a Tungeneset, al filo de las cinco y media estábamos de vuelta en Bergsbotn. Donde, por fin, había levantado la niebla.

Mirador de Bergsbotn

Mirador de Bergsbotn.

El sinuoso mirador de Bergsbotn, con 44 metros de longitud, fue completado en 2010. El armazón, construido con perfiles de 10 centímetros de sección, tan solo está anclado en su parte central. El resultado es una estructura flexible, que cimbrea bajo los pasos de sus visitantes. Una experiencia extraña que, con permiso de la niebla, se complementa con una espléndida vista sobre el fiordo y las agrestes montañas circundantes.

Junto a Straumsbotn

Junto a Straumsbotn.

Tras reanudar nuestra ruta, nos detuvimos en Straumsbotn. Un brazo de mar que inicialmente habíamos tomado por un lago. Al otro lado de sus aguas, una sucesión de tres cascadas se descolgaba desde las nubes. Dimos un tranquilo paseo por su orilla, por fin en la más absoluta soledad. Eran casi las seis de la tarde. Ya no tenía sentido intentar la excursión desde Fjordgård. Aún estábamos a 80 kilómetros de Botnhamn y su ferry, lo que significaba más de una hora conduciendo por las complicadas carreteras de Senja. Parecía más razonable comenzar el regreso.

En la orilla de Gisund

En la orilla de Gisund.

Nuestra última parada del día fue en la orilla de Gisund. La tarde mejoraba por momentos. En el cielo, aun encapotado, comenzaban a aparecer tímidamente los primeros claros, mientras la temperatura era cada vez más agradable. Y las aguas del estrecho estaban completamente calmadas. De no ser por el manto de algas que la marea iba dejando atrás según retrocedía, nuevamente podríamos haber pensado que estábamos frente a un lago.

Esperando el ferry en Botnhamn

Esperando el ferry en Botnhamn.

Llegamos a Botnhamn pasadas las siete y media. Apenas unos minutos antes que el Skutvik, que zarpó puntualmente a las ocho, de vuelta a Kvaløya. Al final, habíamos pasado diez horas y media en Senja. En condiciones normales, tiempo suficiente para recorrer el extremo septentrional de la isla. Pero el día, bastante nuboso, se había combinado con el corte en la carretera 862 para trastocar completamente nuestros planes. Aunque lo peor fue la relativa masificación que encontramos en varios de sus lugares más turísticos. No es que hubiera una avalancha humana, pero los espacios no parecían estar preparados para recibir más de unas cuantas personas. Y, todo hay que decirlo, llevábamos dos veranos viajando por una Islandia prácticamente vacía, en la que lo normal era pasar horas sin ver a otro ser humano. Nos habíamos malacostumbrado.

El corte en la 862

El corte en la 862

Inicialmente, teníamos previsto recorrer unos 145 kilómetros, entre ida y vuelta, llegando por el oeste hasta Hamn. Acabamos haciendo 259, a pesar de que el punto más occidental en el que estuvimos fue la intersección entre las carreteras 86 y 862. En realidad, no nos importó. A cambio, pudimos conocer el interior de la isla. Una parte de Senja que, sin ser tan espectacular, también tuvo su interés. Y, en cualquier caso, la excursión era más una exploración previa, de cara a un futuro viaje en otoño o invierno, que un intento de conocer la isla a fondo. Además, aun teníamos por delante 40 minutos de navegación, en pleno atardecer. No parecía una mala forma de despedirnos de Senja.

Para ampliar la información:

Quien tenga curiosidad por mis travesías frente a Senja, puede verlas en dos artículos de este blog: https://depuertoenpuerto.com/hurtigruten-en-invierno-dia-5-stokmarknes-skjervoy/ y https://depuertoenpuerto.com/de-svolvaer-a-skjervoy/.

La sección sobre Senja en la web oficial de turismo de Noruega está en https://www.visitnorway.es/que-ver-en-noruega/norte-de-noruega/senja/.

Aunque centrada en el inverno, el blog viajaporlibre tiene una magnífica entrada sobre la isla: https://www.viajaporlibre.com/noruega/que-ver-en-la-isla-de-senja-noruega.

En inglés, la web oficial de la ruta turística de Senja está en https://www.nasjonaleturistveger.no/en/routes/senja/.

Life in Norway tiene un artículo sobre la isla: https://www.lifeinnorway.net/senja-island/.

Pese a su trasnochado diseño, la web de Botnhamn contiene bastante información: http://www.botnhamn.com.