Había estado en Islandia durante el verano de 2020 y pensaba regresar en el de 2021. No tenía previsto volver a la isla entre ambos viajes, menos aún en plena cuarta ola del COVID. Hasta que entró en erupción un volcán. Las primeras noticias me llegaron a finales de febrero, cuando aumentó de forma alarmante la actividad sísmica en el suroeste de la isla. Pero los tiempos geológicos suelen ser tan lentos como imprevisibles. Seguí pendiente de las noticias de Islandia, sin demasiada fe en su inmediatez.

El volcán desde el sur de Geldingadalir

El volcán desde el sur de Geldingadalir.

La sorpresa llegó el 19 de marzo cuando, al filo de las 21:30, la lava comenzó a brotar por una fisura. Los geólogos pensaban que la erupción sería en el sistema volcánico de Krýsuvík, en concreto en el monte Keilir. Sin embargo, tuvo lugar algo más al suroeste, en el valle de Geldingadalir, cerca del monte Fagradalsfjall. Además de pertenecer a otro sistema volcánico, que la erupción fuera más al sur, en un remoto valle rodeado de montañas y alejado de infraestructuras vitales, fue un alivio para el país, preocupado por un posible corte en la vital autovía que une Reikiavik con su aeropuerto internacional.

Cascada de lava desde el Fagradalsfjall

Cascada de lava desde el Fagradalsfjall.

De inmediato, comencé a planear el viaje. No tenía sentido ir antes del 1 de abril, pues las reglas vigentes en Islandia hasta esa fecha me habrían obligado a hacer entre cinco y seis días de cuarentena. Además estaban los compromisos laborales y las dificultades para encontrar vuelo en plena pandemia. Mientras planificaba el viaje, seguía por YouTube la evolución del volcán, esperando que la erupción prosiguiera al menos unas semanas más. Llegar a la isla tuvo su dificultad, pues con la pandemia habían desaparecido los vuelos directos desde España y las cancelaciones estaban a la orden del día. Además, el galimatías de normas y requisitos para volar acabó siendo una pesadilla. Con diferencia, la parte más complicada del viaje.

El Tindfjallajökull desde Stóra Dímon

El Tindfjallajökull desde Stóra Dímon.

Finalmente, el 22 de abril lograba aterrizar en Keflavik. El itinerario quedó como sigue:

  • 22 de abril: viaje Madrid – Amsterdam – Keflavik. Tras hacerme el PCR de rigor al llegar a Islandia, me fui al cercano hotel Aurora a esperar el resultado negativo, que llegó de madrugada.
  • 23 de abril: después de dejar el hotel y recoger el coche de alquiler, salgo hacia el volcán por primera vez. Las condiciones meteorológicas eran malas y empeoraron durante mi excursión. A pesar de ello, logro el objetivo de familiarizarme con la zona. Me voy a dormir al hotel Örk, en Hveragerði.
  • 24 de abril: hago una excursión por Suðurland, huyendo de la nefasta previsión meteorológica para Reykjanes. Además, quiero comprobar si la isla está tan vacía de turistas como cuentan los medios. Como suele ser habitual en Islandia, acabo teniendo un día de lo más variado. Una buena mañana en el Sólheimajökull, una espesa niebla en Reynisfjara, un día nublado en Skógafoss y Seljalandsfoss, para acabar con una tarde espléndida mientras recorro las orillas del Markarfljót.
  • 25 de abril: el tiempo ha mejorado en Reykjanes, pero es domingo, por lo que se espera un gran número de visitantes en el volcán. Aprovecho el día para recorrer el sur de la península, de camino a mi siguiente hotel, de nuevo en Keflavik. Visito el área geotermal de Seltún, los campos de lava de Herdisarvikurhraun, los acantilados de Krísuvíkurberg, Selatangar y Brimketill.
  • 26 de abril: regreso al volcán, recorriendo la senda A durante una jornada espléndida, que contrasta vivamente con mi primera excursión.
  • 27 de abril: tercera visita al volcán, en un día nublado con una luz perfecta para hacer fotografías. Aprovecho para recorrer tanto la senda B como la A.
  • 28 de abril: inicialmente, solo pensaba subir tres veces a Geldingadalir, pero las aparentemente espléndidas condiciones atmosféricas me empujan a hacer una cuarta excursión. Al final de la tarde, recupero parte de mi plan inicial, con una breve escapada a Gunnuhver y Reykjanestá. Nuevo cambio de hotel, para dormir en el Aurora, a unos metros del aeropuerto de Keflavik.
  • 29 vuelo Keflavik – Amsterdam – Madrid.

Campo de lava junto a Selatangar

Campo de lava junto a Selatangar.

El viaje cumplió mis mejores expectativas. Pude disfrutar del volcán y su impresionante entorno en cuatro ocasiones, dos de ellas volando un dron que me había prestado un amigo. También recorrí algunos lugares conocidos. Como la hermosa Seljalandsfoss, que por primera vez logré disfrutar a mis anchas, sin la habitual masificación. Y conocí algunos nuevos, como el glaciar Sólheimajökull y los acantilados de Krísuvíkurberg. También tuve algún fracaso, como en la hermosa Reynisfjara, que encontré envuelta por la niebla, o en la cascada de Nauthúsagil, a la que me fue imposible llegar. Pero los reveses suelen ser normales en Islandia y solo tuve dos. No puedo quejarme.