Hay veces que, en Islandia, todo te sale de cara. En otras ocasiones, ocurre todo lo contrario. Nuestro penúltimo día en la isla había sido un magnífico ejemplo de lo primero. Tras pasar la mañana recorriendo extrañas cascadas, glaciares y valles que parecían de otro planeta, rematamos la tarde contemplando un volcán en erupción. Quizá fue una asombrosa acumulación de buena suerte la que acabó provocando nuestro exceso de confianza, que tuvo como consecuencia el fracaso del día siguiente.

Lighthouse Inn

Lighthouse Inn.

Cansados, tras la larga y agotadora jornada anterior, nos despertamos bastante más tarde de lo habitual. Lo primero que hice, antes incluso de levantarme de la cama, fue consultar el gráfico de tremores del volcán. Estaba en pausa. Calculé mentalmente el tiempo que podría pasar hasta la siguiente fase eruptiva. No tenía sentido llegar a sus inmediaciones antes del mediodía.

Un paseo por Garðskagi

Un paseo por Garðskagi.

Pasamos la mañana dando un tranquilo paseo por Garðskagi, visitando sus dos faros y el museo marítimo y etnográfico que hay junto al mayor de ellos. Tan pronto como vimos que el volcán empezaba a dar señales de un nuevo ciclo eruptivo, salimos hacia el aparcamiento de Nátthagi. Como, en cualquier caso, seguíamos sin tener prisa, decidimos ir hasta Grindavík por la carretera 45, seguida de la 425, mucho más tranquilas y escénicas que la ruta directa, por la 41 y la 43.

Stampar desde su aparcamiento

Stampar desde su aparcamiento.

El plan era hacer algo de tiempo deteniéndonos en los diversos puntos de interés que hay de camino, en las costas occidental y meridional de Reykjanes. La primera parada fue junto a Stampar, un conjunto de dos cráteres cercano al extremo oeste de la península. El más antiguo se originó hace 1.800 ó 2.000 años. El más joven procede de la serie de erupciones conocidas como los Fuegos de Reykjanes, entre 1210 y 1240. El día se había vuelto tan desapacible, según avanzábamos hacia el sur, que ni llegamos a bajar del coche. Deberíamos haber cambiado de planes en ese momento, pero preferimos seguir adelante, aunque iríamos directamente al aparcamiento junto a Nátthagi. Con suerte, al menos en el valle no haría viento.

Hacia el interior de Nátthagi

Hacia el interior de Nátthagi.

Llegamos a Nátthagi poco después de la una. Ya desde el aparcamiento, nos había llamado la atención ver más coches y personas que en la tarde anterior. Pero una densa niebla flotaba a escasa altura, ocultando buena parte del paisaje. El viento la arrastraba contra las montañas, haciendo todavía más difícil distinguirlas. Además, no se apreciaba la menor señal de actividad volcánica. En cualquier caso, nuevamente influenciados por nuestra anterior experiencia, decidimos seguir adelante, con la esperanza de acabar teniendo un golpe de suerte como el del día previo.

Humareda al otro lado del valle

Humareda al otro lado del valle.

La niebla era tan baja y espesa, que apenas podíamos distinguir la ladera en el lado opuesto del valle. Aparentemente, había una densa humareda cerca del lugar por el que descendía la colada procedente de Geldingadalir. Probablemente habría lava extremadamente caliente en las inmediaciones y ésta provocaría la combustión del musgo. Aunque no pudiéramos apreciarlo, si había magma corriendo cerca de la superficie en Geldingadalir, quizá también estaría activa la colada que descendía desde Syðri-Meradalir hacia Nátthagi. Seguimos avanzando, con renovadas esperanzas.

Llegando al final de Nátthagi

Llegando al final de Nátthagi.

Tras casi media hora adentrándonos en el valle, llegamos al lugar en el que había volado el dron apenas 18 horas atrás. El paisaje estaba algo cambiado, pues la última colada había cubierto una parte del valle que, el día anterior, permanecía libre de lava. Aún así, era inconfundible. En la ladera que descendía de Syðri-Meradalir, estaban los restos de las cascadas de lava de la tarde previa.

Al calor de la lava

Al calor de la lava.

No había el menor indicio de nueva actividad volcánica. Observando el gráfico de actividad sísmica, parecía que el volcán había cambiado de opinión. Tras un pequeño incremento, los tremores habían vuelto a descender. En cualquier caso, ya que estábamos allí, decidimos esperar y ver si la situación mejoraba. Buscamos un lugar protegido, cerca de la masa amorfa de lava solidificada y, aprovechando el calor que ésta desprendía, secamos la capa exterior de ropa, que a esas horas estaba completamente empapada por la niebla. El mismo calor sirvió para templarnos.

Señales de lava fundida

Indicios de lava fundida.

Dejamos pasar el tiempo, observando las extrañas formaciones de la lava, el ir y venir de la niebla y el continuo flujo de personas. Éstas, llegaban hasta algo más allá de nuestra posición, hacían alguna fotografía y generalmente se daban la vuelta tras unos cuantos minutos, mirándonos con extrañeza mientras pasaban a nuestro lado. Algunos, observando entre el caos de la superficie de lava sólida, acertaban a ver algún indicio de la masa de magma fundido que había debajo, tras lo que estallaban en gritos y aspavientos, avisando del descubrimiento a sus acompañantes. Desde luego, el entorno era imponente y las nefastas condiciones atmosféricas hacían que pareciera todavía más salvaje, pero para nosotros resultaba decepcionante. Habíamos ido a ver un volcán en plena actividad y tan solo podíamos contemplar los restos de la erupción del día anterior. Las expectativas frustradas nos jugaban una mala pasada.

Regresando hacia el aparcamiento

Regresando hacia el aparcamiento.

Tiramos la toalla cerca de las cuatro. El volcán seguía sin dar señales de vida y, aunque se activara en ese mismo instante, para cuando la lava quisiera llegar a Nátthagi sería de noche. Además, la débil llovizna que llevaba acompañándonos toda la mañana iba a más. Y la previsión era de lluvia cada vez más intensa. No tenía sentido seguir allí. Nos fuimos a merendar a Grindavík. Después, más descansados y con el estómago lleno, tomaríamos una decisión.

Gráfico de tremores

Gráfico de tremores.

Cuando salimos del restaurante, la tarde seguía empeorando. Pero la previsión meteorológica para el día siguiente era de nubes y claros, con tan solo un 4% de probabilidad de lluvia. Y el volcán, finalmente, parecía estar recuperando la actividad. Dado que los periodos eruptivos se prolongaban entre 14 y 22 horas, la nueva erupción duraría, con bastante seguridad, hasta pasado el mediodía siguiente. Nosotros teníamos que tomar un avión a primera hora de la tarde. Sobre la marcha, decidimos jugárnoslo todo a una carta. Nos levantaríamos a las cinco de la mañana y, antes de devolver el coche en el aeropuerto, haríamos un último intento en el volcán.

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Para ampliar la información:

Las demás entradas correspondientes al volcán en el blog están en https://depuertoenpuerto.com/category/europa/escandinavia/islandia/reykjanes/geldingadalir/.

En inglés, en Views of the World hay varias fotos y mapas que nos ayudan a entender la evolución del volcán: http://www.viewsoftheworld.net/?p=5783.

El blog Volcano Café tiene una serie de cuatro largas entradas, que ayudan a poner en contexto y comprender la erupción. La primera está en https://www.volcanocafe.org/the-plume-of-ballareldar/.

Quien quiera ver fotos de los primeros días del volcán, puede visitar https://photography-iceland.photo/volcanic-activity.

También interesante la galería de Guide to Iceland: https://guidetoiceland.is/nature-info/10-insane-photos-of-the-fagradalsfjall-volcanic-eruption-in-geldingadalur.

La web oficial de turismo de Reykjanes tiene una entrada sobre Stampar: https://www.visitreykjanes.is/en/place/stampar.