Tras dos excursiones al volcán recorriendo la senda A, quería aprovechar la tercera ascensión para conocer la senda B. Había escuchado que era algo más dura y, sobre todo, que la utilizaba mucha menos gente. Lo cual podía significar que era menos atractiva. En cualquier caso, me parecía una buena forma de observar la erupción de Geldingadalir desde una perspectiva diferente.

Aparcamiento

En el aparcamiento.

En esta ocasión, acabé llegando al aparcamiento sobre las nueve y media de la mañana. Tan solo encontré un coche estacionado en la reseca pradera. El día era gris, pero apenas hacía viento. Tampoco había previsión de lluvia y las nubes estaban a bastante altura, muy por encima de las cimas de las montañas. A priori, el día perfecto para explorar una zona desconocida en el hostil entorno del volcán. Tras el percance con el dron del día anterior, volvía a cargar con el trípode y el resto de la parafernalia fotográfica, además del agua y las consabidas barritas energéticas. Apenas tardé veinte minutos en alcanzar la división entre ambas sendas.

Ascenso de la senda B

Ascenso de la senda B.

Desde allí, la senda B proseguía hacia la izquierda, recta como una flecha, camino de una abrupta ladera. Atravesaba un terreno mucho menos pisado, por el que era más incómodo caminar. Poco después de comenzar el ascenso propiamente dicho, la ladera se inclinaba notablemente, hasta tal punto que habían instalado una gruesa cuerda con la que ayudarse en la subida. Pese a lo cual, el esfuerzo físico necesario era bastante más intenso que en el otro camino. Mientras subía, me crucé con las dos únicas personas con las que coincidí en todo mi recorrido por Fagradalsfjall. Una pareja de chicos jóvenes descendiendo hacia la carretera.

Avanzando por Fagradalsfjall

Avanzando por Fagradalsfjall.

Una vez logré coronar el repecho, me encontré en una amplia llanura pedregosa. La sensación de aislamiento era absoluta. La única señal de civilización eran los postes amarillos que marcaban la ruta. Ni tan siquiera se puede decir que existiera un camino propiamente dicho. Había que avanzar buscando el mejor lugar en el que apoyarse, con la única guía de los postes y la humareda que, más allá del final de la llanura, señalaba la ubicación del volcán.

En las puertas del infierno

En las puertas del infierno.

Finalmente, dos horas después de haber salido del aparcamiento llegaba frente al volcán. La vista era muy distinta a la que ofrecía el sendero A. En parte, era menos espectacular, pues me encontraba en la espalda del cono más activo, lo que me impedía observar directamente su interior y la fuente de lava que manaba de éste. A cambio, podía ver frente a mi toda la sucesión de conos, tanto activos como extintos, formando una alineación que se alargaba por más de un kilómetro, completamente rodeada por la oscura lava de la erupción en curso.

En cierto sentido, el paisaje resultaba más apocalíptico que desde la otra senda. Sensación que se veía reforzada por la completa soledad en la que me encontraba. Rodeando los diez conos volcánicos, una superficie humeante, negra y rugosa, se extendía por el valle. Tan solo tres conos seguían expulsando lava. El más septentrional, de una forma continua, creando una cascada de magma fundido que desaparecía a sus pies, entre la lava solidificada. Aparentemente, una parte de este flujo se dirigía hacia el noroeste, donde se podía observar un frente avanzando lentamente sobre la ladera del Fagradalsfjall, mientras consumía la vegetación que encontraba a su paso.

El cono principal desde Fagradalsfjall

El cono más activo desde Fagradalsfjall.

Los otros dos conos activos estaban tan juntos que, desde mi ubicación, parecían ser uno. Aunque no podía observarlo directamente, el menor de ellos formaba una pequeña cascada de lava, que desembocaba en el lago de magma del cono mayor. Éste era, con diferencia, al más vigoroso de los tres. Según escribo estas líneas, es el único que sigue activo, acaparando completamente el creciente flujo de magma que alimenta la erupción. Al encontrarme frente a la parte trasera del cono, tan solo era posible apreciarlo cuando generaba alguna explosión, lanzando fragmentos de lava al aire. Algo que, por otra parte, ocurría casi continuamente. Arrastrados por el viento, una parte de estos fragmentos terminaba cayendo en el exterior del cono, creando una efímera lluvia de lava que teñía de rojo la ladera.

Cámara Bob

Cámara «Bob».

Dudaba entre descender hacia la lava, en el fondo del valle, o mantenerme en la parte alta del monte, cuando algo llamó mi atención hacia el norte. Intrigado, decidí acercarme avanzando por el borde de la llanura, ya que no había ningún rastro de camino en toda la zona. Resultó ser una de las cámaras web que, día y noche, monitorizan el volcán, subiendo las imágenes a YouTube.

Cono extinto desde Fagradalsfjall

Cono extinto desde Fagradalsfjall.

Tras superar la cámara, acabé frente a uno de los extintos conos del extremo septentrional. Su aspecto era inquietante. En cierto modo, más que el de los conos activos. Su quebrado reborde superior le daba una apariencia tan brutal como primigenia, reforzada por las oscuras texturas de sus laderas. Su inerte interior, más que tranquilizar, parecía ser la guarida en la que se ocultaba alguna siniestra amenaza. Más allá, podía entrever el valle de Meradalir y, cerrando el sobrecogedor paisaje, una cadena de montañas parcialmente nevadas, que debían ser parte del cercano sistema volcánico de Krýsuvík. La vista era a la vez imponente e intimidante. Un magnífico escenario para una novela de Lovecraft.

Helicóptero sobre los conos activos

Helicóptero sobre los conos activos.

Pasé un buen rato por las inmediaciones recuperando fuerzas. Mientras, empleaba el tiempo contemplando el paisaje, fotografiándolo, intentando descifrar el comportamiento de los volcanes, grabando breves videos y observando el continuo trasiego de los helicópteros y avionetas que, según avanzaba la mañana, habían comenzado a sobrevolar la zona. No había la menor oportunidad para aburrirse. De paso, evaluaba mis posibilidades para lo que quedaba de jornada, pues apenas había pasado una hora desde el mediodía.

El río de lava desde Fagradalsfjall

El río de lava desde Fagradalsfjall.

Una opción era proseguir hacia el este, avanzando sobre la llanura pedregosa. Pero era un camino complicado, que posteriormente debería desandar. La otra era ir por tercera vez a la colina frente al cono más activo, donde el río de lava parecía llevar mucho más caudal, llenando su cauce hasta el mismo borde. En lugar de desandar la senda B hasta su confluencia con la A, decidí atajar por la ladera del Fagradalsfjall, hasta reincorporarme a la otra senda cerca del lugar en el que ésta coronaba la segunda subida. La visibilidad era muy buena y, tras dos días pateando la zona, estaba relativamente familiarizado con su orografía.

Entre las sendas B y A

Entre las sendas B y A.

Tardé aproximadamente 45 minutos en pasar de una senda a otra, por un terreno en el que era complicado avanzar. Las rocas sueltas y el musgo que ocupaba los huecos entre éstas, obligaban a andar con pies de plomo, a riesgo de acabar con un tobillo dislocado. Estuve tentado de atajar, descendiendo a la parte de Geldingadalir que todavía no estaba cubierta de lava. Pero la casi completa ausencia de viento y el hecho de que, en aquel momento, lo que quedaba del valle se había convertido en una depresión, con su salida natural bloqueada por el volcán, me hicieron desistir. Era el escenario perfecto para que se acumulase el temido dióxido de azufre, que en altas concentraciones puede llegar a ser letal.

Vista desde la colina del teatro

Vista desde la «colina del teatro».

Finalmente, cerca de las dos y media, llegaba de nuevo a la «colina del teatro», nombre con el que se conocía popularmente la ladera que, a poco más de 200 metros en linea recta del volcán activo, ofrecía las mejores vistas. Cono que, por cierto, también había sido bautizado extraoficialmente como Rag. El pequeño cono que, por aquellos días, expulsaba lava unos metros al norte de Rag, había recibido el nombre de Nar. Por lo que el conjunto era conocido como Rag-Nar.

Esta vez, pasé casi tres horas en la ladera, disfrutando de unas condiciones perfectas. El viento seguía sin hacer acto de presencia, por lo que la temperatura era muy agradable. La compacta capa de nubes también ayudaba, eliminando la dura luz del sol que me había acompañado en la jornada anterior. Había más visitantes, pero no tantos como para que fuera difícil encontrar un lugar relativamente tranquilo en la falda de la colina desde donde disfrutar del impresionante espectáculo. Tan solo el ir y venir de los helicópteros, con su ruido atronador, turbaba el entorno.

Como ya había apreciado desde la senda B, el nivel del río de magma era muy superior al de la anterior jornada. Tanto, que de vez en cuando rebosaba por encima de su cauce, creando efímeros brazos que, tras unos minutos, acababan solidificándose, contribuyendo a recrecer las paredes entre las que avanzaba la lava. La consecuencia más evidente era la desaparición de la pequeña depresión que, apenas unas horas atrás, se interponía entre la ladera y los márgenes del flujo ardiente. Ahora, una masa negra ocupaba el espacio entre ambos. La lava, de tipo «pahoehoe», formaba una superficie relativamente lisa, que contrastaba con la de tipo «aa» que caracterizaba el avance valle abajo, en el frente de la colada.

A pesar del trípode, una vez más pude comprobar lo difícil que puede ser fotografiar un volcán para alguien sin experiencia. El fuerte contraste térmico entre la ardiente lava y el gélido aire de Islandia creaba continuas turbulencias, que hacían muy complicado conseguir fotografías nítidas. Obviamente, esta dificultad se incrementaba con la distancia focal, que obligaba a exposiciones más largas. En este sentido, la mayor luminosidad de la jornada anterior me había sido más favorable.

En los videos, las turbulencias eran menos importantes. En el fondo, ayudaban a captar la esencia extrema del ambiente. Aquí, lo complicado era lograr tomas completamente estabilizadas, pues el terreno, apenas compactado, acababa retumbando con las sacudidas del cercano volcán. Aunque para una persona eran casi imperceptibles, en algunas ocasiones hacían trepidar levemente la cámara.

Erupción al aterdecer

Erupción al aterdecer.

Finalmente, según fue descendiendo la luz, me animé a hacer alguna fotografía de larga exposición. Sin ser especialmente buenas, no estoy del todo descontento del resultado, teniendo en cuenta que era mi primer intento frente a un volcán activo.

Lava avanzando por Geldingadalir

Lava avanzando por Syðri-Maradalur.

Cansado, hambriento y, una vez más, sin agua, emprendí el regreso al filo de las cinco y media de la tarde. De nuevo bordeando por el oeste la colada principal, que seguía inundando el valle de Syðri-Maradalur, cada vez más cerca del sendero. Aquí, era la lava tipo «aa» la que predominaba, creando una superficie completamente caótica, que avanzaba de una forma tan inexorable como imperceptible. En ocasiones, en lugar de pasar sobre el terreno, lo arrastraba a su paso, creando pequeños montículos junto al frente de lava.

Stórihrútur desde Syðri-Maradalur

Stórihrútur desde Syðri-Maradalur.

Regresé al aparcamiento unos minutos antes de las siete de la tarde. Habían pasado más de nueve horas desde que salí hacia el volcán, en las que acabé recorriendo aproximadamente quince kilómetros. El largo rodeo por la pista B, las perfectas condiciones atmosféricas y el espectacular flujo del río de lava se combinaron para que, de las cuatro ocasiones en las que subí a Geldingadalir, esta fuese a la que saqué más partido.

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Para ampliar la información:

Las demás entradas del blog sobre el volcán se pueden encontrar en https://depuertoenpuerto.com/category/europa/escandinavia/islandia/reykjanes/geldingadalir/.

En https://depuertoenpuerto.com/un-viaje-imprevisto-a-reykjanes/ se puede ver el itinerario completo de mi viaje de abril de 2021.

El blog de Jordi Pujolá tiene una entrada sobre el volcán: https://escritorislandia.com/volcan-geldingadalir-islandia/.

En inglés, la página de safetravel.is sobre la erupción está en https://safetravel.is/eruption-information-site. Es imprescindible consultarla antes de emprender el camino.

Se puede encontrar el pronóstico meteorológico para el Fagradalsfjall en https://en.vedur.is/weather/forecasts/areas/#group=58&station=7365.

La previsión sobre dispersión de gases del volcán se puede consultar en https://en.vedur.is/volcanoes/fagradalsfjall-eruption/volcanic-gases.

En Views of the World hay varias fotos y mapas que ayudan a entender la evolución de la erupción: http://www.viewsoftheworld.net/?p=5783.

Por último, en Volcano Discovery es posible ponerse al día sobre las últimas novedades de la erupción: https://www.volcanodiscovery.com/reykjanes/crisis2021/current-activity.html.